El matrimonio con mi mujer siempre ha funcionado muy bien, pues ella se casó sabiendo que era portador y quiso tener un hijo conmigo. Así que mi matrimonio, pese a la enfermedad, siempre fue todo lo correcto que me permitió la vida.
Nunca había tenido problemas, hasta que comencé a trabajar en la profesión de vigilante de seguridad desde el año 1995. Debido a la forma de trabajar en estas empresas, empecé a sufrir episodios de estrés y depresión desde 1998: por el fuerte número de horas extras, los cambios de turno, el trabajo de noche, las agresiones, los insultos, etc. Y, para colmo, por el ambiente de presión que ejercen las empresas sobre los trabajadores, haciendo mobbing encubierto, así como por el continuo enfrentamiento entre compañeros por las ideas nazis que practican.
Así que ya me dirán ustedes. Pese a mi estado de salud, fue el día a día en este trabajo lo que hizo que me dieran la baja durante varios meses desde el año 1998 hasta el 2008, en que me concedieron la incapacidad total por enfermedad común.
Creo –y además lo afirmo– que esto que me ocurre no es por la enfermedad crónica que padezco, ni por el destino, sino por el trabajo que desarrollo, que me ha conducido a situaciones muy explosivas, que me han llevado al consumo abusivo de alcohol y a que haya probado la cocaína como válvula de escape por un continuo abuso de horas extras, más de 3.000 en los últimos siete años.
Todo este escrito es para explicar, simplificadamente, el motivo principal de mi denuncia. He demandado al INSS, las mutuas y las empresas. No estoy conforme con la sentencia que ha dictado el juez del Juzgado número 35 de Madrid, que dice que todo lo que me pasa es debido a que padezco sida. Esto resulta sorprendente, pues el hospital Carlos III donde me tratan certifica que no tengo ni he tenido sida, lo único que soy es portador del virus. Además, no han tenido en cuenta los riesgos psicosociales en que trabajamos los vigilantes de seguridad. A ver cómo estarían si alguno de ustedes hubiera trabajado en los “centros de menores” (con asesinos, atracadores, violadores, etc.), en el metro de Madrid, con actuaciones todos los días donde sufrimos agresiones e insultos, y, para más inri, en la narcosala de las Barranquillas, con un continuo ambiente “muy sano”, que incluso me hizo enfermar.
Escribo esto para denunciar que mi incapacidad tiene que ser considerada enfermedad profesional, pero como no cabe dentro de estas enfermedades, se la considera accidente laboral. Por este motivo, a pesar de la enfermedad crónica que padezco, he tenido que comenzar a trabajar en otro lugar, lo que me está perjudicando, pues ahora estoy todo el día levantando peso y haciendo un sobreesfuerzo añadido. Esto hará que ahora sí se deteriore mi salud.
Así que, por favor, necesito el apoyo de los medios de comunicación para hacerme oír, pues mi queja creo que es absolutamente cierta y verdadera. Además, el motivo de esta lucha es por considerar los “riesgos psicosociales” como accidente laboral dentro de nuestra profesión.
Lo que no me ha hecho mi enfermedad lo lograrán "las empresas de seguridad".
Reciban un saludo y muchas gracias por leerme y apoyarme.