Empezarse a querer

Gustavo

Pero pasó el tiempo y las visitas al hospital se acabaron. Pero eso cambió. Estudiando en la marina, hace dos años, presenté convulsiones y me tuvieron que dar terapia intensiva. Perdí parte de la memoria y todo debido a una infección en el oído que luego pasó al cerebro. Ese fue el diagnóstico, pero no quedó así. Al cabo de un año, volví a recaer, esta vez un estudio arrojó nuevos resultados…

A mi corta edad, he superado muchas dificultades, pero me tocó una que nunca imaginé que debería afrontar: Tengo VIH. Hace un año y medio me lo diagnosticaron. Fue difícil enterarme, pero aún más saber que tendría que vivir de nuevo un proceso de adaptación a nuevas pastillas, a un nuevo sistema de vida… No me importó, pensé: "Al diablo las pastillas, si me toca morir, pues moriré y punto, sin pastillas ni doctores".

Pero ayer me levanté y fui al hospital a buscar cita con mi doctora porque quiero comenzar el tratamiento. Aún me pregunto la causa de mi decisión de empezar con la terapia anti-VIH. Pienso que la única forma de hacer mi vida amena y hallar la felicidad es queriéndome a mí mismo. Muchas personas me dicen, sin saber mi condición, que tengo que cuidarme, ponerme más bello de lo que soy, porque les doy fuerzas, porque soy importante, porque tengo que alcanzar muchos de mis sueños.

He empezado el tratamiento anti-VIH y no sé si lo hago por ellos o porque en realidad me estoy comenzando a querer.

Aún no sé cómo me infecté. Mi vida sexual empezó a los 19 años y a los 20 me detectaron el VIH. Sin embargo, hay algo que sí me provoca curiosidad: De pequeño, mi tío abusó en varias oportunidades sexualmente de mí, cuando venía de visita. Ya no lo hace. 

En fin, siempre tenemos una razón para salir adelante, solo hay que buscar ese motivo, ese motor.

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