Soy de México y soy gay. Mi diagnosticaron [del VIH] hace 3 años por una cirugía que me iban a realizar. Por indicaciones del doctor, me mandaron hacer unos estudios preoperatorios y decidí hacerme también la prueba del VIH, ya que hacía más o menos 6 meses desde que me la hice la última vez. Desde los 18 años, en que empecé mi vida sexual, me hacía 1 o 2 [pruebas del VIH] por año. Al recibir los resultados de los análisis los llevé a mi doctor para que me diera fecha para mi operación. Fue ahí cuando recibí la noticia, junto a mi mamá, que me acompañó para agendar la fecha de la cirugía.
La noticia… recuerdo que cuando el doctor me la dio me quedé congelado, lo escuché, pero no lo entendía, pensé que había escuchado mal, que no podía ser, y cuando volteé para ver a mi mamá estaba igual. Inmediatamente después el doctor nos calmó y nos dio una serie de pasos, análisis y citas que hacer antes de la cirugía para saber cómo estaba yo de salud.
Lo primero que pensé al salir de ahí fue que tenía que hablar con el chico con el que estuve en una relación complicada desde hacía 3 años, y sigue complicada porque él tenía pareja. Me enamoré de alguien de mi trabajo que, además, era mi jefe, y al momento en que me enteré de la noticia, él ya había terminado su relación y estábamos intentando algo nosotros. Pero, por diversas circunstancias, habíamos tomado la decisión de dar un tiempo a nuestra relación.
Dejé pasar una semana para recibir los resultados de la prueba definitiva del Western Blot, y cuando supe que era positivo, decidí hablar con él. Cuando nos citamos en su departamento, él pensó que quizá era para algo casual o para volver a hablar de nuestra relación, porque se le notaba emocionado. Sin embargo, cuando me vio el semblante cansado, ojeroso y serio por los días de incertidumbre que pasé antes de recibir el diagnóstico (que yo creo que es peor que saber si eres o no positivo), al hablarle de la situación, él no lo podía creer. Después del shock inicial, se lo tomó con calma y me dijo que estaría para mí. Nos abrazamos y nos besamos. Inmediatamente después me dijo que su expareja también lo tendría o que tenía que hablar con él.
Pasaron los días y lo noté cada vez más distante, sus resultados dieron negativo y yo quedé aliviado por él, pero confundido, porque no estuve con nadie más durante el tiempo que estuvimos juntos (razón por la que no supe cómo me infecté, porque estando con él, mis resultados dieron negativos). Sin embargo, algo cambió cuando supo su estado [VIH-]: me puso una barrera, como de amigos. Se empezó a alejar y por medio de unos amigos supe que él pensaba que yo le había sido infiel, cuando nunca fue así. Fue en ese momento cuando supe que no podía estar con alguien que me juzgaba y sobre todo que no sentía lo mismo que yo. Así que decidí hacérselo saber y le dije que lo bloquearía de todos los medios, aunque me dolió mucho, porque yo realmente me enamoré de él.
Ver pasar los días y que jamás intentara buscarme ni comunicarse fue lo que más me dolió. Que la persona que más necesitas en el momento más duro de tu vida simplemente se hiciera a un lado para dejarte solo ante la situación que vivía y lo que estaba por venir. Jamás volví a hablar con él, a pesar de trabajar en la misma empresa y de, en ocasiones, coincidir en asuntos de trabajo. Él no me daba la cara y siempre evitaba encontrarse conmigo. Después de todo, regresó con su ex, y hasta la fecha, sin querer, me enteré de que cada uno se ponía los cuernos.
Fueron años muy difíciles, llenos de dolor, miedo y tristeza. Pero si decides no dejarte caer, aprendes lo capaz que puedes ser y lo fuerte que te hace el levantarte todos los días para dar lo mejor de ti mismo. De cada mala experiencia algo se aprende. He aprendido que mis amigos y mi familia son la razón de que hoy esté donde estoy y que hoy, después de los malos días, a mis 31 años, he conocido a una persona que, sin importar mi estado [al VIH] me ha demostrado que, cuando uno quiere de verdad, cosas como el VIH no son más que una parte más y que no nos definen.
Comparto una parte de mi historia para, si alguien ahí afuera está pasando un momento difícil, motivarle diciéndole que la vida no se acaba si uno se lo propone y que, aunque hay días todavía difíciles, tomen el tiempo para llorarlos y después ¡ánimo! Vuelvan a levantarse y a darlo con todo.