Cuando me enteré, me quería morir. No podía dormir pensando en los demás, en mis amigos, la familia, mi hijo… Poco a poco y con la ayuda de mi doctora que me está tratando comencé a aceptarlo, pero al mismo tiempo me fui alejando de todos.
Me siento muy sola. Mi pareja jamás lo reconoció (que tenía VIH) ni me apoyo. Lo amaba tanto que me olvidé de que primero debía amarme a mí misma. Cada vez que él se alejaba de mí, me quería morir. Cuando me diagnosticaron el VIH, comprendí el valor de la vida, y que nadie puede quererte ni cuidarte más que tú mismo. No obstante, hay días en que me siento muy triste, con miedos. Mi familia no lo sabe. Tengo terror al rechazo.