Os diré que, al principio, sé que se pasa muy mal, yo creí que me moría. Viví muchos años obsesionada con lo del VIH; todo el día mirándome al espejo por si tenía candidiasis, me estiraba del pelo por si se me caía, sufría por un dolor de cabeza, un resfriado… Le preguntaba al médico rápido por cualquier cosa: "¿esto es por el VIH?". Todo lo relacionaba con lo mismo. Fue horrible.
Por suerte, jamás he cogido ninguna enfermedad oportunista, no he padecido ninguna complicación, ni he tenido que estar nunca ingresada en hospitales, por lo que le doy mil gracias a la vida. Empecé a leer todo tipo de documentos relacionados con el VIH, y poco a poco se me fueron quitando los miedos; me di cuenta de que cada uno tenemos "nuestro día". Nunca me imaginé asistir a tantísimos entierros; en unos casos por muertes relacionadas con el VIH, en otros, eran personas que se fueron así, de la noche a la mañana, por diversas causas. Yo sigo aquí, vivita y coleando, con más ganas de vivir que nunca.
Desde que me enteré en el año 1993 con mis 19 añitos de que tenía el VIH, me encerré en mi casa. No quería saber nada del mundo, únicamente de mis hijos. Me pasaba -sin exageraros- meses sin bajar a la calle. Creí que ya no tenía nada que hacer en la vida salvo criar a mis niños. Más que miedo a morirme temía el rechazo de la gente, a que alguien se enterara y rechazase a mis hijos (lo del rechazo es lo único que aún llevo mal), pero estoy en ello.
Eh, que en cualquier momento le grito al mundo entero: "soy seropositiva, ¿y?". Quien de verdad nos quiera, lo hará con todo el paquete entero, fijo. Antes de saber que yo tenía el VIH, mi hermana mayor [que falleció ya hace cinco años] me contó que era seropositiva y jamás la rechace; la quise aún más, si cabe.
Hará como seis años, me di cuenta de lo equivocada que estaba; comprendí que tenía mucho por hacer y vivir todavía, que no todo era dedicar la vida a mis hijos -eso estaba muy bien, pero, además de madre, soy persona-, que ahí afuera había un mundo esperándome. Así que me saqué el carnet de conducir, y con los años me apunté a un curso de Estética, profesión que descubrí casualmente que me apasionaba. Me maldecía por la de años que había desperdiciado. Ya con mis 34 años me decía: a la vejez, viruelas. Pero ¡qué va!, nunca es tarde para empezar nada, os lo aseguro.
Os animo a todos/as a que cojáis el toro por los cuernos: id a vuestros controles,llevad una vida sana, es importantísimo hacer algo de ejercicio (yo practico yoga, aunque no todo lo que quisiera), vigilad los horarios de las comidas, no os saltéis ninguna, debéis nutriros lo mejor que podáis, y, sobre todo, reiros mucho. Yo, con todo lo que he llorado, ya me río hasta de mí misma, y me encanta. No sabéis lo que disfruto de mi compañía.
Estamos de paso. Mi profesora me enseñó: "de los problemas hay que ocuparse, no preocuparse", y es cierto. Así que venga, todo el mundo arriba y "p’alante" con un par, que todo pasa y todo llega en esta vida y, por suerte, la ciencia ha avanzado mucho; de esto no nos morimos fijo ;-).
Hay que quererse mucho. Para los que les guste leer [cosa que recomiendo a todos/as], os aconsejo un libro: Toma un café contigo mismo.
Un abrazo para todos/as y miles de besos.
Sed fuertes y ¡adelante!