Mi historia no tiene ni más ni menos importancia que otras: son cosas de la vida. Hace tiempo, mantuve una relación con preservativo con un chico y se rompió. Y entonces vino la alarma y la intranquilidad. Hasta tal punto que salí de madrugada hacia el hospital más cercano, y fui a Urgencias (da igual el nombre del hospital). Dije que había mantenido una relación de riesgo y que existía un plan de 72 horas, aproximadamente, en caso de que hubiera contraído el VIH. Esto ocurrió un jueves y me dijeron que, en principio, se había de estar seguro de que estaba infectado.
Así, tenía que ir a las 9 de la mañana, que es cuando empiezan las consultas. En cuanto al plan de 72 horas, no sabían nada de lo que les explicaba. LLamaron a varios facultativos. Se presentaron ante mí dos médicos (mujeres) y tres enfermeras.
De este modo fui a las 9 para hacerme la prueba de ELISA. Entonces, me encontré con otra traba: había que esperar unos días para saber el resultado del test.
El reloj ya había dictaminado su sentencia y los días lo corroboraron: fui infectado por el VIH. Ahora soy paciente crónico.
Mis planes de futuro son seguir luchando y ser mejor como persona día a día. He aprendido a tener miedo a los seres humanos, aunque no a todos.
Hoy todo se centra únicamente en cuidarme. Alegrías, no me quedan. He visto que ser una persona homosexual y estar infectado por el VIH constituyen para muchos y muchas una lacra de la sociedad.
Hay que ser muy pero que muy fuerte para que Dios no abra sus brazos y me reuna con él en el reino de los cielos.
Cuanto mayor es el esfuerzo y las ganas de superación, más grande es la decepción. Si encima confías a alguien que crees que es tu amigo un secreto, el planchazo de la piedra del olvido será su mayor regalo.
Mi experiencia ha sido y es está. Soy consciente de que para todo el mundo no es igual.