Cumplí los 30 el mes pasado, uno menos, me decía yo, el primero de la cuenta regresiva. Con el poco tiempo del diagnóstico y el contacto interno conmigo mismo, me doy cuenta de que la mente juega un papel importantísimo en medio de este drama. Aún me falta pasar por momentos fuertes, casi equivalente a un divorcio, a la separación de la persona que amas y que sabes que es tu vida. Esto es una alegoría de lo que tengo por delante, en realidad no sé que pasará. No me he dado el tiempo para derrumbarme en el mar de la desgracia, me parece que es el abismo común que se presenta ante "la desgracia".
El primer día después de recibir la noticia, fue como si todo se detuviera, experimente la vida que fluía en mí y me imaginaba, caminando en la calle con un huésped, incómodo, desconocido, que me destrozaba el corazón, pero que curiosamente me detenía ante la vida, en una experiencia casi mística. Ciertamente la primera palabra y el primer miedo es… la muerte. Entiendo que toda enfermedad tiene un proceso para su aceptación. Por momentos quisiera despertar y saber que todo fue un sueño, o mínimo que esta nueva condición de vida no merme mi capacidad para vivir.
He descubierto que quizá el tiempo de vida se ha reducido por el mero hecho de estar infectado, que tengo que cuidarme más que antes, he descubierto a un gran amigo que ha estado a mi lado, he descubierto que no vale la pena vivir mis días ocupado en rencores, yo no sé, pero me esto ha tocado fibras internas que si bien no me eran desconocidas, hoy alcanzo a entender su sonido.
No sé si será corta o larga la vida, no sé como la pasaré, no sé que reacciones tendré ante los tratamientos, no sé si concluirá lo que más he querido, no sé… Pero estoy confiado en medio de la noche en la VIDA, la Esperanza es lo único a lo que no puedo, ni me daré el permiso de renunciar.