Una noche de enero de 2016, mientras hablábamos y recordábamos nuestra historia de amor escuché lo que nunca pensé que oiría: "Creo que tengo VIH". Luego me lo explicó todo. Hoy, a abril de 2016, hemos decidido retomar nuestra relación. Él es el amor de mi vida y VIH no es su apellido.
Hemos asistido a los controles médicos y estamos esperando a que le asignen los medicamentos antirretrovirales. Sólo puedo decir que el amor es más grande que todo y que si pudiese volver el tiempo a ese enero, mil y una veces volvería a pedirle que me permitiera, como su novio, apoyarle en el proceso.
El VIH no es una maldición, es una condición clínica, una "enfermedad crónica" como la diabetes o la hipertensión.
Hoy soy más feliz que nunca con él, pues estoy absolutamente seguro de que todo se puede con la fuerza del amor.