La paradoja de los sentimientos convive íntimamente; luchan entre sí; el quiero vivir y el no puedo más y sentirse rendida.
¿Qué pasa? ¿Voy a perder la batalla? No, yo quiero seguir sintiendo el dulce olor de mi bebé, sus risas y carcajadas, ver el brillo en sus ojos cuando me mira con tanto amor. ¡Y los besos! Loa besos de mi precioso hijo preadolescente, sus abrazos, oír sus "te amo" que dice incansablemente cada día. Tanto amor todavía por vivir…
No te puedes rendir, tu cuerpo dice ¡no! Tu alma, ¡todavía no!
Pero la lucha es traicionera, como lo son muchas luchas. Uno convence al otro, lo deja desarmado, te expone la fragilidad de la autoestima. Y muestra cómo la realidad puede convertir un precioso mundo rosa en un lugar de tinieblas, dolor, sufrimiento, separación y desprecio.
El cuerpo agotado no deja ni permite que tu alma luche. No te rindas, no te agotes, el amor debe conseguir vencer una vez más. La paz, la alegría, incluso cuando muchos a tu alrededor insistan en mostrarte que todo es falso e irreal, y puedan insistir en señalarte que la realidad es un mundo lleno de desprecio, egoísmo y envidias. No, no es así.
El mundo es rosa. En él los amigos están ahí para apoyarte, y los hijos, para darte besos y transmitirte alegría por vivir. En el mundo las cosas son sólo cosas, utilizables para hacerte la vida más fácil. No hay que agotarse por cosas que no valen la pena. La energía debe usarse para todo lo que realmente llevamos en el alma y nos hace ganar la batalla. Para que este cuerpo nuestro siga viviendo, para dar más y más amor al resto de las almas dispuestas a recibirlo.