El 24 de diciembre de 2004 -emblemática fecha, ¿verdad?-, mi resultado en la prueba de detección del VIH/sida dio positivo. Con la esperanza de que este resultado pudiera ser erróneo, me realicé otra prueba conocida como Western-Blot, cuyo resultado (27 de diciembre de 2004) confirmó el veredicto: acababa de ser consciente de que era portador del virus de la inmunodeficiencia humana. Ya no era sólo reactivo, ahora me conocerían como seropositivo.
Mi duelo fue “en solitario” hasta que, en diciembre de 2008, mi organismo, inmunitariamente muy deprimido, recibió la desagradable visita de lo que llaman infección oportunista, con un diagnóstico de leucoencefalopatía multifocal progresiva que hizo necesario que mi hermana conociera mi estado serológico seropositivo.