Cuando me lo comunicaron, tuve una sensación de irrealidad, lo cierto es que no supe cómo reaccionar, qué decir, ni qué hacer. Me recomendaron que me pusiese en contacto con el Comité Ciudadano Antisida. Mientras decidía si acercarme hasta allí o no, pasé unos días de angustia, miedo y depresión. Con la ayuda de mi pareja, me acerqué a la asociación, donde recibí ánimos, me solventaron las dudas iniciales y recibí información actualizada sobre la situación de las personas que viven con VIH en nuestros días. Han puesto a mi disposición un psicólogo.
El próximo lunes tengo mi primera cita en la unidad de enfermedades infecciosas. Aún no sé si tendré que medicarme. Sólo puedo decir, con toda la información que tengo, que algunas personas, no todas, tenemos motivos más que suficientes para tener una actitud positiva ante la vida como portadores del VIH: tenemos medicamentos y tiempo, fundamentalmente tiempo, para que se desarrollen más y mejores formas de combatir este virus.
Tenemos tiempo para disfrutar de los amaneceres, del batir de las olas en la playa, de los paisajes de los valles y las montañas, de los amigos y amigas (aunque no sepan nada), de los sobrinos, las sobrinas, nuestros padres, nuestras hermanas, de los helados de chocolate, de los paseos en bici y del amor, que nunca es tarde.
Intentad pensad en todas las cosas que os gustan.