Soy un hombre de 46 años, nací y siempre he vivido en Caracas, Venezuela, de signo zodiacal tauro y caballo en el horóscopo chino (para quienes entiendan de esta materia).
Tranquilo, sin llegar a ser apático; pacífico, sin llegar a ser cobarde, no me gustan las improvisaciones, el tener sorpresas, la prisa, el hacer las cosas contrarreloj. “Detenerse, contemplar, es vivir intensamente la vida” es una de mis premisas. No disfruto tanto hablando como escuchando. Sin dejar de ser una persona sensible, no soy del tipo soñador, pues creo que las fantasías no hacen mi destino.
Homosexual desde mi temprana adultez, sin orgullo pero sin vergüenza, me asumí como tal y, para sorpresa de algunos y repudio de muchos, transité por mi adolescencia. Muchos años después, el 24 de diciembre de 2004 (emblemática fecha, ¿verdad?), mi resultado en la prueba de ELISA (VIH/sida) fue "reactivo". Todavía esperanzado de que este resultado pudiera ser erróneo, me realicé otra prueba conocida como Western-Blot (de confirmación). El resultado de este test (el 27/12/2004) confirmó el veredicto: acababa de tomar consciencia de que era portador del virus de la inmunodeficiencia humana. Ya no era solo un “reactivo”, ahora me conocerían como "VIH positivo".
Ni familiares, ni conocidos, ni amigos, ni enemigos, ni propios ni extraños conocieron mi “diagnóstico”. Hasta el mes de enero de 2009 mi duelo fue “en solitario”. Hasta que, en diciembre 2008, mi organismo inmunológicamente muy deprimido recibió la desagradable visita de lo que llaman una “infección oportunista”, con un diagnóstico de “encefalopatía multifocal progresiva” que hizo necesario que mi hermana conociera mi estado “seropositivo”.