No tenía ganas de vivir, sino más bien de morirme. Sin fuerzas para seguir luchando, me abandoné. Me desconecté de todo, de todas las otras personas e incluso de la realidad; es decir, perdí el mundo de vista. Dejé mi tratamiento antirretroviral y volví a tomar drogas. Destruirme era mi único objetivo, y eso no me llevó a nada; bueno sí, a una profunda depresión, de la cual no sabía cómo ni si quería salir . Mis defensas se vieron afectadas debido a la mala vida, a no cuidarme y no quererme.
Con la ayuda incondicional de una gente estupenda, he conectado de nuevo con esas pequeñas cosas que te ayudan a seguir. He recuperado otra vez las ganas de vivir, ese don tan preciado que muchas veces olvidamos o no valoramos. Digamos que he retomado la normalidad, he vuelto al mundo laboral, al control trimestral de mis analíticas y también a tomar la medicación.
Con todo, tengo que denunciar que siento decepción. Me esperaba que durante este tiempo las cosas hubieran cambiado un poco respecto al rechazo social, pero me doy cuenta de que el tema sigue siendo “tabú”. Mucha gente le sigue teniendo miedo a esta enfermedad llamada sida. Miedo que, simplemente, lleva a criticar sin poder aceptar y a rechazar sin querer comprender. Debido a la ignorancia, intentamos apartar lo que nos asusta de nosotros y de nuestra gente. Pensaba que esa posición tan retorcida, criticable en definitiva, inhumana, habría evolucionado un poco más hacia la tolerancia y el respeto.
Aprovecho, así, estas líneas para poder denunciarlo en este sitio y saludar a todas las personas que lo visitan.
Un abrazo de Agustí