Cuando comencé a estudiar la carrera, aún no lo sabía. Tras seis meses de infecciones –al practicar natación, me ponía enfermo de la garganta y padecía sinusitis–, decidí operarme de las amígdalas y, en los análisis complementarios, me detectaron el VIH.
Tuve que dejar la facultad, pues me rechazaron los profesores y la dirección me echó, pese a ser un estudiante de quinto curso. No lo tuvieron en cuenta.
Debido a mi estado depresivo y a la marginación que sufrí, me fui de la Universidad. Un año después, paradójicamente, me fueron a buscar para que estudiara Epidemiología, con un nuevo modelo pedagógico.
Hoy en día, soy un profesional sanitario, director de un Centro de Promoción y Educación para la Salud, y soy respetado por todos y muy querido por mi familia.
Pese a las adversidades, pude demostrarle a la vida y a aquellas personas que sí podía.