Recuerdo tanto que fue un 18 de diciembre cuando me hice la primera prueba, pero los resultados no me llegaron al correo electrónico. Se me hizo raro. A los pocos días, recibí una llamada del laboratorio indicándome que debían hacer una segunda prueba, ya que no eran claros los resultados. Hasta ahí, todo iba normal para mí, ya que no era la primera vez que tenía que repetir esos exámenes.
El 21 de diciembre acudí a hacerme los exámenes por segunda vez, y para mí todo era normal. Como sabía que el protocolo acá en mi país es que, cuando hay alguna anormalidad, se comuniquen inmediatamente con la persona (y en mi caso no lo habían hecho), estaba muy tranquilo.
El 26 de diciembre me llamaron, a eso de las 8:30 de la mañana, para decirme que debía acercarme a la IPS para la lectura de los exámenes. Ahí empecé a preocuparme. En mi mente me dije: “Esto no es normal”. Cuando llegué donde el médico, empezaron a preguntarme una cantidad de datos básicos: con quién vivía, si tenía pareja, cuál era mi trabajo, si vivía en la ciudad en la que estaba… Bueno, una cantidad de información que, la verdad, me pareció bastante extraño.
Cuando la doctora empezó a leerme los resultados, me indicó que algunos habían dado negativo, pero que el VIH había dado positivo. Yo no lo podía creer. Lo primero que dije fue: “¡¿Qué?!”. En realidad, no lo podía creer. Me preguntaba: ¿por qué a mí?, ¿por qué yo?
La doctora me confirmó que habían hecho dos pruebas, y ambas habían arrojado resultados positivos. Me quedé callado. En ese momento sentí que todo se derrumbaba a mi alrededor. Me sentí decepcionado conmigo mismo, y también con los demás, porque en realidad no sé quién me lo transmitió [el VIH].
Tras salir del consultorio médico, mi primera reacción fue sentarme a llorar. Imagino que eso lo habrán hecho muchos de los que están acá. Lloré… lloré casi por una hora. Llamé a mi jefe para contarle lo que había pasado. Necesitaba que él lo supiera, porque lo que se venía de ahí en adelante no iba a ser fácil para ninguno de los dos. Afortunadamente, mi jefe es una persona muy empática y me apoyó desde el primer momento, y todavía lo hace.
Después de recibir la noticia, aún no la aceptaba. Así que, al siguiente día, me mandé hacer una prueba particular, la cual también dio positiva. Ya estaba confirmado para mí. Al mes, o casi al mes siguiente, empecé el tratamiento.
La verdad, ya llevo cuatro meses con el tratamiento: solamente una pastilla al día, pero ha sido muy duro. He experimentado dolores de cabeza, demasiada fatiga, y he perdido ya cinco kilos. Se me cayó el cabello por un tiempo. Durante una semana tuve sarpullido en el cuerpo y tenía la piel reseca. Debo tomar muchísima agua porque siento mucha sequedad en el cuerpo y en los labios.
He pedido muchas veces a los doctores que me cambien el medicamento. El médico ha sido muy sincero al explicarme que apenas estoy empezando el tratamiento y que pensar en un cambio tan pronto es prematuro.
Cuando me hicieron la primera prueba de carga viral, tenía 392.000 copias/mL. Fue duro conocer este resultado, porque no pensé que tuviera tanto virus en mi cuerpo. En el último examen que me hicieron, tengo solo 600 copias/mL, por lo cual el medicamento está funcionando. Mi meta es llegar a ser indetectable y, por ahora, solo me estoy centrando en eso.
Obviamente, no quiero saber ni de relaciones sexuales ni de relaciones de pareja. Solo quiero estar sano y enfocarme en mí. Es muy duro, no es fácil. Pero nunca estamos solos. Siempre va a haber alguien ahí para apoyarnos. A veces, quien uno menos piensa, es ese apoyo: moral, social, incluso físico. La idea es dejarnos querer por los demás… y querernos a nosotros mismos.
¿Qué debo hacer? Hace 10 años pasé un susto tremendo. Gracias a Dios, salí negativo en 6 pruebas. Después de eso, me cuido y no hago nada sin condón. Ahora, 10 años después, tengo urticaria. Me enviaron a hacerme la prueba, además de otros exámenes, etc., y siento miedo. Siento que vuelve mi pasado. ¿Qué debo hacer? ¿Me hago la prueba o no? Me da miedo caer en depresión, o seguir así y hacer caso omiso a la urticaria.