Decidí salir adelante literalmente solo

Antonio

Mi experiencia con el VIH se inició a finales del 2015, pero mi diagnóstico es del 2 de diciembre de 2016. ¿Por qué? Todo empezó con un malestar estomacal e intestinal (diarreas continuas, casi crónicas). Me realicé una colonoscopia y me detectaron síndrome de colon irritable (febrero de 2016). Me dieron medicación y tratamiento y mejoré sustancialmente de los síntomas. Dejé de darle importancia.

Sin embargo, al cabo de poco comencé a perder peso sin causa aparente y de manera acelerada en el 2016 (en enero pesaba 85 kg y para septiembre estaba en 71 kg)[nota: mido 1,80m]. Me sentía preocupado, pero los exámenes médicos no arrojaban nada relevante… ¡qué iluso!

Sin embargo, a finales de 2016 aparecieron otros síntomas: fiebres nocturnas, sarpullido, marcas rojas en la piel, sensibilidad a las picaduras de mosquito, debilidad, cansancio y sueño a toda hora. Para el 16 de octubre apareció la candidiasis. Con esto último, aunque no tenía ningún análisis, lo pensé de inmediato: ¡tengo sida!

Honestamente, no sabía cómo manejarlo. Fui a la consulta médica de la empresa y la doctora, al visitarme, me hizo un examen físico completo. Como tuve muchas dudas para sincerarme con ella, me remitió a un médico de su confianza e inicie los primeros exámenes para descartar el virus. Me realicé los tres: el normal, el ELISA  y PCR. Todas dieron positivos. El último resultado me lo entregaron el 30 de noviembre de 2016.

Tengo que admitir que en octubre 2016 estuve muy deprimido e inicié mi plan de despedida del mundo. Pero algunas circunstancias atenuaron mis acciones al respecto, así que llegué a noviembre y logré cumplir mis 46 años de vida.

Tras el diagnóstico del 30 de noviembre 2016, la doctora me remitió a mi médico infectólogo. Mi primera cita fue el 4 de diciembre de 2016. Al verme, me mandó hacer los exámenes de conteo de CD4 y no esperó para iniciar tratamiento (ya mi peso había llegado a 64 kg, mi contero de oxígeno en sangre estaba en 85% y caminar para mí era casi un esfuerzo de voluntad). En esa misma época inicié el contacto con personas de ONG de VIH en Venezuela.

Ya podrán pensar que mi condición era de sida, con todas, sin duda. Pero, a pesar de ello, decidí salir adelante literalmente solo. No hice comentarios en mi trabajo, ni a la familia ni a los amigos. Mi infectólogo me lo aconsejo, me indicó mantener el diagnóstico reservado (y así lo he mantenido).

En Venezuela los antirretrovirales son suministrados por el Estado. Mi médico infectólogo me llenó los papeles y me dirigí al lugar donde se realiza la inscripción al programa (el 8 de diciembre de 2017). El lugar donde se ubican es realmente triste, pero me trataron muy bien y al verme fueron diligentes. Sin embargo, me darían el medicamento a partir de enero de 2017.

El 10 de diciembre 2016 fui nuevamente a consulta con mi infectóloga. Ella decidió que lo mejor era iniciar tratamiento para no esperar a enero de 2017 y me facilitó la medicación que, por donación, le llega a ella cuando sus pacientes mueren o se van del país.

El 14 de diciembre de 2016 inicié tratamiento. Es decir, este escrito lo hago en mi año de aniversario desde la primera vez que tomé mi primera pastilla antirretroviral.

Podría contar mucho más, realmente esto no ha sido un viaje placentero. Puedo decir, sin embargo, que restablecí mi ritmo de vida natural. Actualmente peso 84 kg (ahora intento no subir mucho más), voy al gimnasio con regularidad y tengo relación con la familia y amigos.

Si tengo que quejarme de algo es del sistema que aporta a personas con esta condición el medicamento (y una de las razones para que el 2018 me vaya de Venezuela).

Tengo una muy buena idea de cómo me infecté a esta edad, a pesar de tener siempre cuidado y tener una vida sexual si se quiere moderada (santo tampoco soy). Pero lo asumo con tranquilidad y es un reto más que tener en este momento.

Gracias por leerme. Y lo mejor, no se desanimen. Yo pude cumplir un año más de vida, aún estoy activo y sigo haciendo planes.

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