Mi vida sexual empezó muy tempranamente. A los 12 años tuve mi primera relación sexual homosexual. Desde esa edad, mis encuentros sexuales no pararon. A pesar de que tenía novio, seguí involucrándome con diferentes personas. Mi educación fue de primera calidad, aprendí sobre educación sexual, me enseñaron que existía un virus que podía terminar con mi vida llamado VIH.
Aún con la información, nunca pensé que yo viviría lo que es ser una persona VIH positiva. Mi ingenuidad era más fuerte que el temor a contraer este virus, pues yo me decía "nunca te infectarás, no te puede pasar a ti". Supongo que me creía invencible, no cabía en mis pensamientos los riesgos de cualquier enfermedad, pues yo hacía lo que yo quería. Es de esta manera como llegue a tener más de 10 parejas sexuales diferentes. Mi irresponsabilidad y el gusto por los hombres me dominaron, puesto que soy atractivo para las demás personas. Así trascurrió la mayor parte de mi adolescencia.
Todo cambio cuando llegó a mis oídos un rumor sobre una pareja sexual que tuve, la cual estaba en etapa de SIDA. Ese momento fue el peor de mi vida, me quede frío, sin palabras, como si el tiempo se hubiera detenido para mí. Inmediatamente me puse a leer en internet sobre los síntomas del VIH, ya que no tuve sexo seguro con la persona antes mencionada. Para mi sorpresa, yo no mostraba síntoma alguno: ni diarrea, ni fiebres nocturnas, nada de nada. Esto me alivió un poco pero sabía que no estaba a salvo del todo.
Pasaron varios días y mi negación ante la posibilidad de tener en virus disminuyó. Un miércoles fue el día que decidí hacerme la prueba de ELISA pues, si bien esta persona no me había contagiado, tenía que hacérmela por rutina. Así es como decidí hacerme la prueba.
El día siguiente, día jueves, fui a hacerme la prueba de VIH, me acompaño un tío, al cual le conté mi situación y me apoyo, pues yo tenía miedo de ir solo al laboratorio. Ese jueves fue el día más largo de mi vida, yo no paraba de fumar y de pensar lo que haría al saber que era positivo. De alguna manera, algo en mi me decía que tenía el virus, sin embargo, tenía la esperanza de no tenerlo. Ese fue el día que más me acerqué a Dios, suplicándole que no tuviera el virus. Tengo una amiga que es evangélica y le pedí que orara por mí, que le pidiera a Dios que me diera otra oportunidad.
La noche del día miércoles y las primeras horas del día jueves fueron un calvario. No dormí, fumé dos cajetillas de cigarros. Tan pronto dieron las 7 am, abrí mi correo, pues los resultados me los iban a mandar electrónicamente. Abrí el correo y mis temores se habían hecho realidad, mi pesadilla había empezado… El resultado era "reactivo". Me dije: "me voy a morir, no queda más para mí".
Es curioso como en tan solo un instante tu vida, tus planes, tus alegrías, tus recuerdos…todo se borra y la muerte inunda tus pensamientos. EL sufrimiento mío y de mi familia, el llanto, la incertidumbre, el miedo te dominan, te invaden hasta la última célula de tu cuerpo. Mi vida había acabado, el chico alegre y optimista había muerto. Tan solo quedaba un cadáver, un zombi, una persona esperando su muerte.
Mi tío me vio y me abrazó, lloró conmigo y me dijo: "no te vas a morir". En seguida se lo comunique a mi hermano. No olvidaré su cara de terror cuando le dije acerca de mi diagnóstico. Eran las 8:30 am, mi hermano y yo nos dirigimos a casa del novio de mi hermano, una persona grande e inteligente.
Llegamos a la casa del novio de mi hermano y mi hermano y yo nos pusimos a llorar. El novio de mi hermano nos explicó sobre la existencia de medicamentos que mejoran la calidad de vida de las personas positivas, acerca de una clínica. Es así como empecé a conocer lo que era en realidad ser una persona VIH positiva. Acudimos a esta clínica e hice todo el papeleo para poder ser atendido en esta clínica, conocí a personas que compartían el mismo diagnostico que yo… en fin, me di cuenta de que no estaba solo.
En la clínica me dieron mucho apoyo y solidaridad. Me rescataron de mi autoexilio y me enseñaron que no era el fin de mi vida…pero, había un problemas más, mi expareja. ¿Cómo le iba a decir que podría tener el virus?
Lo que más me afectó de todo esto fue la obligación moral de decirle a mi expareja que podría tener el virus, pues ambos habíamos tenido sexo sin protección 2 meses antes de mi diagnóstico. Pasó un mes para armarme de valor y decirle a mi ex pareja. El día llegó y le dije sobre mi diagnóstico. No olvidaré nunca su cara de terror. Pese al impacto de la noticia, mi expareja decidió apoyarme y vivir esta enfermedad juntos. Volvimos a retomar la relación y nos volvimos más unidos que nunca. Días después, acudimos a la misma clínica a que él se hiciera una prueba de VIH. Gracias a Dios, el resultado fue negativo, mi ex pareja estaba libre del virus. Aún agradezco a Dios por escuchar mis plegarias y salvarlo de lo que yo sufría. Sin embargo, mi ahora pareja decidió seguir conmigo. Es así como nos volvimos una pareja "serodiscordante".
Pasaron dos meses desde mi diagnóstico y empecé a tomar la medicación. Sufrí y aún sufro de los tan temidos efectos secundarios, como la ictericia y, en ocasiones, el cansancio extremo. No obstante, agradezco a Dios por hacerme saber la condición de la persona que me contagió, pues mi detección fue temprana y mi calidad de vida aumentó.
Sigo yendo a la clínica, acudo a mis citas puntualmente y sigo las instrucciones del médico al pie de la letra. Cambiar mis hábitos y ritmo de vida aún sigue siendo complicado, pues yo era una persona que no se cuidaba para nada. Siempre tuve un sistema inmune muy bueno: me enfermaba y no tomaba medicamento, solito me curaba. Mi alimentación también ha cambiado, sin embargo, la comida chatarra es algo que aún no dejo del todo.
He leído muchos testimonios acerca del sentir de muchas personas respecto al VIH. Yo no me siento ni condenado, ni bendecido. Yo creo que vivir con este virus ya estaba destinado para mí. He madurado y he aprendido que la vida no se acaba hasta que tú quieras que se acabe. La vida no es segura para todos. A lo mejor me muero a causa del VIH o a lo mejor me atropellan o muero en un accidente, no lo sé. El descubrir que no soy eterno y lo frágil que soy, me ha hecho apreciar las pequeñas cosas de la vida: los amigos, la familia, el amor, la felicidad… A veces nos quejamos de no tener el mejor celular o el mejor automóvil… las cosas materiales vienen y se van, lo importante es atesorar los momentos de la vida.
Tú que me estas leyendo…la vida no ha acabado, la felicidad es posible y no debes dejar que nuestra condición (personas VIH positivas) afecte tus planes. Vivirás lo que tengas que vivir, disfruta el tiempo en este mundo terrenal, vive solo vive. Yo lo he aprendido, no puedo negar que me costo mucho trabajo pensar así pero sabes…date cuenta que tú solamente puedes dejar que este virus acabe con tu vida.
No es el final del camino, el camino ha cambiado pero es cierto lo que dicen: cuando Dios te obstruye un camino es para que sigas otro mejor.