Aún no lo he hablado con nadie, y no sé cuándo estaré listo para hacerlo

Anónimo

Sin embargo, debía realizarme exámenes de control un mes, tres meses y seis meses después para verificar que se hubiese controlado la infección. Nunca pensé que algo así me ocurriría, es decir, no considero que lleve una vida desenfrenada e irresponsable como para haberme expuesto de esa manera, pensaba en ese entonces.

Eso fue sólo un abre bocas de lo equivocado que estaba. En junio de 2015 cambió mi vida, cuando luego de ir a reclamar mis exámenes de control, mi médico me diera la noticia de que tenía VIH. Mi reacción fue no reaccionar. Le pregunté si era algo certero y definitivo, a lo que contestó que era el resultado de la prueba confirmatoria. Me empezó a hablar de un traslado a otra sede de salud donde atienden a las personas seropositivas, de mil y un exámenes, de mi historia clínica. Yo no estaba preparado para atender tantas indicaciones.

Del consultorio médico a mi casa no sé quién manejó, sé que yo no estaba en mis cabales. Llegué a mi casa, vivo con mi hermosa familia. Cené como siempre y me fui a ‘dormir’. Lo cierto es que pasarían alrededor de dos meses antes de que pudiera volver a dormir bien. Mi cabeza tenía tantos pensamientos que sentía que iba a explotar. Reventé en llanto en la soledad de mi habitación, y sólo le confié a mi almohada mis lágrimas, me sentí la peor peste que ha atacado este planeta.

Tuve mucha ansiedad por el traslado a la nueva institución de salud donde empezaría a consultar, afán por realizarme los exámenes, radiografías, etc. que me enviaron y saber que no era tan grave lo que me pasaba, que aún no caía en lo que llaman sida. Y es que leí mil y un artículos sobre esta condición. Necesitaba calmar mis nervios, porque en mi casa y en mi trabajo ya notaban algo distinto en mí. Estaba demasiado retraído. Un día reconocí, estaba deprimido. No pasaba un día en el que no dejara de pensar en el asunto, en mi futuro, en mi familia, sentí que me tiré en todo, como dicen por ahí, ‘la cagué’ y ya no había marcha atrás.

No niego que aún tengo pensamientos negativos, ha sido inevitable, por más de que quiera vencer en esta lucha interna de aceptación, mi otro yo, el que se venció cuando lo supo sigue ahí, atormentándome. Hace tres semanas empecé con el tratamiento antirretroviral.

Ha sido terrible, inicialmente sé de lo juicioso que debo ser son la toma oportuna de los medicamentos así que tengo miedo de olvidar tomarlos, y tengo muchas alarmas en mi celular. El medicamento que se toma en la noche, ¡oh Dios! no pensé que fuese tan duro, los mareos, la sensación de estar ebrio, las pesadillas. Las náuseas y la somnolencia en el día. Me he preguntado cómo haré para que nadie se percate de algo que siento tanto. Con el pasar de los días, los efectos secundarios han ido disminuyendo. Por estos días de diciembre hay mucha tentación de comer grasas y azucares, pero sé que eso aumenta los efectos secundarios del fármaco. Ya lo viví la semana pasada.

Finalmente tengo que reconocer que es un proceso de superación, y que hoy tengo otro pensamiento. Aún no lo he hablado con nadie, y no sé cuándo estaré listo para hacerlo.

Y quiero que tú, amig@ que estás viviendo esto no de la mejor manera, sepas que habrá días difíciles, y que pensarás que en tu caso no lo vas a ‘superar’ tan fácil como otros lo hacen parecer. Pero que una de las capacidades como seres humanos, es la de evolucionar. Permite que esta prueba te haga aún más fuerte. Sé un guerrero, vence el estigma y el diagnóstico. No eres el resultado de un examen.

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