A mí solo me venía a la mente la imagen de mi madre y sentía impotencia por no llorar. Y no lloré porque estaba maquillada y luego tenía que ver a mi madre. No podía arruinar mi maquillaje, mi cara bonita. ¿Qué le diría? ¿Cómo decírselo? Yo, su única hija, el centro de atención de mi numerosa familia, la nieta mayor de ambas partes, la grandiosa niña. Todo había quedado suspendido en una atmósfera de terror.
Al día siguiente, fallecía mi abuelo. Fueron dos golpes terribles. Me sentía confundida. Además, en cinco días cumplía 18 años. Siempre había soñado más con mis 18 años.
Bueno, mi madre y la mayoría de mis familiares se enteraron un mes después. Cogí fuerzas y les explique todo acerca de eso. Ahora, ya ha pasado más de un año. Vivo con mi novio y nos apoyamos, nos queremos y formamos un gran equipo.
Al mirar hacia atrás, puedo ver con miedo aquella escena, pero también con gran orgullo, al saber cuan valiente fui para asumir ese reto, esa misión en la vida. Yo sé que mi abuelo y Dios me protegen. Yo sé también que solo las personas valientes hacen frente a esto. Ahora, estoy feliz y con más ganas de vivir, sobre todo porque, como siempre dije, mi alma sigue sana y nada podrá corroerla.
Ánimo si tú estás pasando por algo igual. Dios está contigo, él te sigue amando y vela por ti. Es incondicional. Y recuerda que, si alguna vez te ha dolido el alma, es porque Dios te sujetó fuerte para que no te cayeras.
