Decidí dejarlas y comencé a tratarme el VIH. Creía que no había esperanza alguna, con una niña marcada con ese virus y con el sello de la muerte dispuesto a atacar en cualquier momento. Estoy omitiendo muchas cosas de mi vida. He de decir que lo pasé muy mal durante el embarazo. Me hicieron transfusiones debido a las anemias provocadas por los antirretrovirales: eran de los primeros. Pero salí.
A los cuatro años, pues, me volví a quedar embarazada, después de combatir un cáncer de útero. Pensaba que no podría tener más y vino mi segunda hija, preciosa también y muy sana.
Hoy, la mayor tiene 15 años y la peque 11. Yo sigo con mis visitas médicas, mis tratamientos, y aquí estoy.
Para aquellos/as que creen que esto se acaba después de que les han notificado que son seropositivos/as, yo testifico que entonces empieza una nueva etapa de su existencia. Se puede llevar una vida como la de los demás y ser libre de contárselo, o no, a quien se quiera, incluso a la pareja. Eso sí, hay que tomar precauciones. Luego, es peor sentirse culpable por otro que por uno mismo.
Hay que aprender a quererse, y así, los demás nos querrán.
Muchos besos a los que me hayan leído.