Hace 4 años, mi hermana supo que estaba embarazada. Le hicieron la prueba de ELISA. Una vez que se la había hecho, yo siempre le preguntaba qué resultado había salido en la prueba; y entonces me daba muchas excusas. La notaba como ansiosa y pensativa, así que le dije que sería mejor que acudiéramos a su médico y le preguntáramos al respecto. Aceptó. Cuando fuimos, el médico me dijo que no tenía autorización para decirme el resultado de la prueba. Entonces, mi hermana me autorizó y el médico me dijo que su prueba había salido positiva. En aquel momento, mi hermana no aguantó más la presión y comenzó a llorar. Yo la consolé y le ofrecí mi apoyo incondicional.
Para mí también fue difícil superar aquella situación. Mi hermana sufría mucho estrés y ansiedad, y además se sentía terriblemente mal por el bebé que esperaba.
Pero gracias a Dios todo salió bien: el tratamiento al que se sometió para no contagiar al bebe, después de su nacimiento. Tuvo muchos controles y examenes, etc., hasta que, cuando el bebé tuvo un año y medio, le hicieron sus últimas pruebas y todo salió negativo.
Actualmente, mi hermana está bajo control, pero aún no está en tratamiento. Según su médico todavía no lo necesita.
Después de enterarse de que su hijo estaba bien y no tenía el virus, los CD4 de mi hermana aumentaron. Yo la veo mejor, sin esa carga que tenía antes de enterarse de que su bebé no tenía el virus.