Finalmente, tomé fuerzas y decidí buscar ayuda, lo que hizo que me dirigiera al Hospital del Seguro Social, donde me ofrecen ayuda y tratamiento, aunque creo que no recibo mucha comprensión aún.
El asunto es que, al leer los testimonios de vida que aparecen aquí, siento que soy realmente afortunado, pues ahora mi enfermedad no me deprime, ya que existen medicamentos y, si bien es cierto que en mi país todavía hay discriminación y miedo hacia las personas con VIH, tengo la bendición de que mi pareja me apoya al máximo y no quiere por nada del mundo separarse de mí.
Ahora soy optimista y tengo fe en que tendré larga vida si me cuido, pese a que únicamente han pasado tres meses y apenas me voy familiarizando con mi enfermedad.
Leer sus cartas me ha dado mucha, pero que muchísma esperanza, fe y alegría.
Sigamos adelante, porque quien espera vencer ya está vencido.
Saludos desde Ecuador.