Mi mundo se fue abajo. Mi primer pensamiento fue: “me voy a morir”. Qué pensamiento tan hueco, puesto que todos vamos a morir. Al tener ese resultado el laboratorio me pide confinar con un Western blot, lo realizo y se confirma.
Lo contraje por mi novio, con el que había mantenido 5 años de relación. Creo que él nunca supo de su situación, pues falleció y es entonces cuando me entero, de eso han pasado 6 años. Por eso mi cálculo es que tengo con este gusanito 11 años.
Las primeras pruebas (6 años atrás) arrojaron CD4 por encima de 800 y carga viral de unas 3000 copias, por lo cual mi doctora me dijo que si quería podía decidir no medicarme por el momento, a menos que le tuviera mucho miedo al virus y quisiera empezar el tratamiento. Puesto que mi mayor temor era al tratamiento, pues se dice tanto de los efectos secundarios que provoca, decidí no tomarlo.
Años más tarde, en 2017, en un chequeo de rutina mis resultados salieron CD4 en 350 (ya bajos) y carga viral de 3.200. Hago una pausa aquí pues el virus se mantuvo igual y yo lo veo como el favor de Dios hacia mi vida pues para muchas personas la carga viral aumenta demasiado rápido. También hay que agradecer el tipo de vida que llevo: nada de alcohol, nada de cigarros, nada de drogas y, por supuesto, alimentación balanceada y ejercicio.
Prosigo… Al ver esto, mis doctores deciden que es momento de comenzar con los antirretrovirales. Mi tristeza regresó, ya que creía que podría dominar al virus solo manteniendo buenos hábitos. Mis doctores dijeron: “puedes tener algún efecto secundario como vómitos, diarrea, mareos náuseas, dolor de cabeza sueños vividos, etc.”.
Tarde más de un mes en empezar a tomar la medicación por el miedo. Empecé a tomarla en diciembre de 2018 ya casi llevo un año tomándola. Al principio no sentí ningún efecto, gracias a la misericordia de Dios que me guarda. Ahora estoy en estado Indetectable y con CD4 en 600, mucho mejor que cuando empecé. Ahora que empiezo a tener dolor estomacal y un poco cambio de coloración en la piel, espero mantenerme así y que la piel vuelva a ser mi color natural.
Gracias a Dios he tenido un esposo maravilloso que nunca me abandonó y menos tras enterarse de mi situación. Él se ha hecho exámenes a lo largo de 6 años y siempre ha salido negativo. Ahora mi pensamiento es si debo o no tener hijos. De repente me siento egoísta, queriendo ser madre y no pensando en la vida que está por venir. Algunos me dicen que me opere definitivamente para no tener bebés, pero algo dentro de mí se resiste a hacerlo. No descarto esa posibilidad, pero el miedo me impide decidirme a ser madre.
El tener el VIH me ha cambiado la vida. Es algo que no puedes borrar de tu ser. Sin embargo, admiro la gran oportunidad que tenemos hoy en día de poder vivir igual que cualquier persona.
Chicos y chicas que me leen, tal vez suene un poco cruel, pero tenemos una gran ventaja: es una enfermedad controlada a diferencia de otras. Somos afortunados de tener medicamentos que suprimen el virus. A Dios sea la gloria porque la medicina haya avanzado tanto. Dios les bendiga y les dé fuerzas para seguir.