El caso es que el día 19 de diciembre me llamó el médico y me dijo: "Andrés, ven a mi consultorio porque necesitamos repetir la prueba, ya que la otra falló". ¡Oh, sorpresa! ¿Fallar un examen?
No me preocupé, salí de la universidad y llegué al hospital. Toqué la puerta de mi médico y me invitó a que pasara y me sentara. Entonces me dijo: "Andrés, me llegaron los resultados de las pruebas de VIH". Mi cuerpo se heló, me paralicé y pensé en mi mama y en mi novio. El médico volteó la pantalla del computador. ¡Oh, gran sorpresa: reactivo!
Mantuve una sonrisa ingenua como si no doliera nada, y después de un rato salí. Debía realizarme el confirmatorio. Fe, mucha… realidad, aún más. (20 de diciembre, aniversario, 21 de diciembre, cumpleaños de mi novio, 25 de diciembre mi cumpleaños… gran diciembre, ¿no?).
El caso es que es muy duro saber un resultado de estos, no solo VIH sino cualquier enfermedad crónica, infecciosa o un cáncer. Ese sábado hablé con toda mi familia y fue muy triste todo. La noticia más devastadora aparte de que eres el joven obediente, buen hijo, buena persona, mejor dicho el hombre perfecto.
Esa noche era la celebración de nuestro aniversario y pensé: "Mierda, lo dañare con la noticia. ¿Qué hago, le digo o no le digo?” Claro, obviamente al llegar lo abracé fuerte y le dije: “Lo siento y sentémonos, que vamos hablar”. Las lágrimas salieron y le vi el rostro de angustia. “Niño, me llamó mi médico, fui al consultorio y las pruebas de VIH salieron reactivo”. Puso cara de ‘bueno qué más se puede hacer’ y me brindó su apoyo incondicional.
Es más, que si él salía positivo también nos daríamos apoyo los dos, que esto sería una lucha más en la vida (Dormir junto a la persona que amas pero sentirte un total extraño).
Al lunes (sí, ese día 21 de diciembre, cumpleaños de mi pareja) me fui a hacerme la prueba confirmatoria, llamada Western Blot o algo así. Los resultados salían en aproximadamente 5 días. No le dije nada a él pues quería cargar con ese segundo resultado yo solo.
Durante esa semana pasé los momentos más reflexivos de mi vida, tu vida cambia o cambia. El 25 de diciembre, cumpleaños mío, aún no sabía nada de los resultados y yo pasándola en familia. Todos dando ánimos y tratando de asimilar que esto no lo mata.
El lunes 28 cita con el médico… ¡mierda! Pero si no me han llamado de los exámenes, ¿qué pasa? Al entrar al consultorio le comento a mi nueva médica (el otro había renunciado del hospital), que no sabía nada de mi proceso.
Desesperado busqué en la base de datos el número de cedula: “¿Eres Andrés?”. “Sí, niña soy yo, ¿no me ve? Dígame qué pasó”. “El examen es negativo, no tienes VIH”. Sentí el mismo vacío y frío multiplicado por mil que tras el primer resultado. No sé si era felicidad o tristeza por tantas personas que desean ese diagnóstico.
La médica insistía en que era negativo. ¿Qué pasara con mi familia? ¿Qué pasará con mi pareja?, ¿qué pasará conmigo?
Para mí las cosas cambiaron ya desde el primer resultado, no podemos seguir, no sé no lo entendí nunca, Yo todavía siento el VIH en mi alma y todos los días rezo por los que lo tienen, por los que queremos luchar, por los que deseamos una cura. Soy VIH negativo, pero tengo el mismo sentimiento de un VIH positivo.
Amigos, no están solos, luchen, medíquense, ámense, no dejen que la felicidad dependa de terceros, eres el único que puede ser feliz si lo quiere o infeliz si también lo quiere.