Bueno, el tema es que llevo conmigo todo esto divino y bueno, creo en el Señor y que él ya murió hasta por esta enfermedad en la cruz. Sin embargo, a pesar de ser ferviente cristiana, estoy temerosa. Trabajo en un hospital y manejo mucha información positiva respecto a la calidad de vida, pero vivo aterrada de que me tome algo, de que dañe a mi esposo, de que dañe a mi hijo, de que no viva lo suficiente para ver mis sueños hechos realidad.
Con tu testimonio siento alivio al saber que se puede vivir tanto tiempo y ser feliz. No merecía el VIH, no lo merezco, ninguno/a nos lo merecíamos, pero ya está aquí y debemos seguir, debemos continuar, caer y levantarnos.
La noticia de mi diagnóstico se filtró y me han llamado sidosa, bandida (prostituta) y cosas así. Trato de mantener la cordura, pero a veces dan ganas de correr ladera abajo y dejarse rodar.
En fin, fuerza para todos nosotros. Mi infectóloga, mi ginecólogo y mis demás compañeras de trabajo me ayudaron psicológicamente. Con lo del bebé, decir que estuve casada con otra persona durante años y sin cuidarme nunca me embaracé y ahora con mi actual esposo, tomando todos los recaudos con la infectóloga y la fe puesta en Dios, bastó una vez sin preservativo para que venga al mundo y, en aquel momento, a mi vida moribunda el ser más brillante, hermoso, sano y picarón.
Entendí que el verdadero amor existe cuando temía la reacción de mi pareja por el diagnóstico, y este me abrazó y me dijo: “Hey estamos juntos, de algo se debe morir la gente, pero esto no te va a matar y a mí menos”. Y seguimos unidos, como mejores amigos y cómplices en todo. Quería compartir con ustedes un poco de mi historia, de mis miedos y mi felicidad. Que Dios les proteja siempre y les bendiga sobremanera.