Aprendí que mi felicidad no puede estar en una botella de licor ni que tampoco depende de nadie que mi vida sea exitosa. Al principio tenía ideas locas para quitarme la vida, pero luego aprendí a amarme y tomé mucho respeto por mi existencia.
Cada día hago más y más cosas por las personas que me rodean y eso me hace sentir muy bien. Es cuestión de quererse más.