Eva y Lourdes son dos amigas que comparten piso. Eva es una vitalista, siempre arriba y abajo. A Lourdes las cosas no le van tan bien como quisiera. Una mañana en plena cuesta de enero, Eva, después de una noche de pasión, encuentra en la cocina a Lourdes que sentada cabizbaja frente a su taza de desayuno toma notas en una hoja de papel. Y es que hoy toca visita y esta vez no quiere dejarse ninguna pregunta en el tintero. Por más interés que le ponga siempre hay obstáculos imprevistos de última hora: los nervios, el olvido, y lo peor… ¡un/a médic@ distint@ cada vez!
Con la doctora Borda
Los cuarenta y cincos minutos de espera no son lo peor, sólo cruzar el umbral de la puerta advierte una atmósfera poco propicia. La Dra. Borda no le devuelve el saludo a Lourdes, pues está al teléfono despachándose a gusto. L@s pacientes en urgencias parecen exasperarle. Con lista en mano Lourdes no sale de su perplejidad cuando además comprueba cómo la doctora confunde su historial con el de una tal Juana Ferré. Una vez resuelto el entuerto, y cuando parecía que iba a empezar la consulta, la doctora recibe una llamada de una cierta Tatiana, que si rojo metalizado, que si azul macao, que si diesel o gasolina, en fin, había que esperar porque se estaba comprando un coche la muy zopenca.
Llega el momento clave y casi sin respirar, como para no darle oportunidad de réplica, la Dra. Borda le suelta de carrerilla que las defensas han bajado, que el virus está alborotado, que el hígado fatal y que hay que empezar dos tratamientos sin más dilación: uno nuevo para el VIH y otro para la hepatitis C. Al tiempo la enfermera ya está llamando a la próxima paciente, la consulta se termina sin que le dé tiempo a nada, ni una de las preguntas contestada.
Con la doctora Esperanza
Imaginan una médica ideal. Menos de cinco minutos de espera y una simpática enfermera la invita a entrar en la diáfana consulta donde la Dra. Esperanza atiende solícita con una amplia sonrisa. Se sienta junto a ella, no hay mesas ni otras barreras entre las dos. Lourdes se siente muy cómoda. Hablan de sus últimas analíticas, comentan el estado del hígado, de la posibilidad de iniciar un tratamiento para la hepatitis, de la posibilidad de cambiar el tratamiento VIH actual, de las distintas opciones que hay, de los pros y contras de cada una. Y luego repasan todos los puntos de la lista de Lourdes; ahora se siente asesorada y apoyada.
Lo que más le gusta a Lourdes es la capacidad de la Dra. Esperanza para ofrecerle recursos, que si pásate por el psicólogo, que si ya sabes que tenemos un equipo de dietistas, que si el hospital de día está abierto veinticuatro horas, que me puedes llamar cuando quieras, y que si te apetece encontrarte con otras personas, con otras mujeres, hay asociaciones que facilitan espacios de intercambio y ayuda. Lourdes, por una vez, se ha sentido cuidada.
Esta historia gráfica se inspira en una obra teatral de Las Claraboyas. Agradecemos la colaboración de María José, de Viki, de Isabel, de Carmen y de todas en Creación Positiva.
Las fotos son de David Castañer.
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