Recordar cuando empecé a postergar la prueba rutinaria semestral es casi tan difícil como acertar sobre la fecha en que mi salud empezó a deteriorarse. En realidad todo pasó desapercibido. El ajetreo de la juventud, la monotonía del trabajo, las costumbres y la agitación del día a día, parecían la explicación a las pequeñas recaídas en una que otra gripa, o las infecciones esporádicas. A decir verdad uno no se cuida como debiera a los veinte. En ocasiones pienso que debí tomar mejores decisiones, sé que no mejora las cosas, pero eso no cambia el hecho de que lo sienta.
De vez en cuando cambios trascendentales llegan a la vida. Se le llama madurar, creo. Suceden cada cierta porción de tiempo y en los sujetos sin mayor gracia, de cualidades comunes, se describe el mismo patrón. Dichos cambios llegan de una manera y a una edad aparentemente determinada. Se siente como la suma total de un cúmulo de experiencias, que son suficientes para aprender algo, algo personal. Es como evolucionar.
No sé si soy uno de esos sujetos comunes, pero los veintiséis pegaron fuerte. Aparentemente es una de esas edades donde el cambio llega. Se puede decir que la experiencia reescribe la forma de ver el mundo.
Muchas cosas dejaron de tener sentido, de ser importantes y necesarias pasaron a la trivialidad. Otras en cambio tomaron relevancia. Ya había sentido cambios parecidos antes, pero esta vez era distinto. Se sentía como si las circunstancias estuvieran a favor, cómo si cualquier cosa fuera alcanzable y cualquier obstáculo lo suficientemente pequeño para ser librado sin mayor esfuerzo.
La vida funciona siempre de la misma manera. Es impredecible. No tiene guiones, ni hace fácil diferenciar el nudo del desenlace, o el orden en el que sucederán. Los nuevos inicios son interesantes, pero eso no le interesa a la vida, ella solo sigue su curso, marca los tiempos y va dejando sus huellas. Y así fue como la noticia llegó, justo a la par de mi momento para evolucionar, cuando todo parecía dispuesto y a favor.
No llegó por sorpresa. A pesar del cambio que experimentaba, en mi manera de pensar y percibir mi mundo, la mala salud ya no se justificaba tan fácil como un año atrás, cuando los refriados duraban poco. A decir verdad los dos meses anteriores se sintieron cómo estar en una persecución, o una particular carrera contra el tiempo. Sabía que iba a suceder y aunque había una pequeña esperanza de que fuera diferente, el deterioro parecía no dar marcha atrás.
Soy positivo. Ese fue el veredicto. No volveré a ser negativo, eso es lo que eso significaba.
Desde ese momento todo el tiempo llegan nuevas emociones y una que otra ya olvidada regresa. No es fácil conciliar entre ellas o lidiarlas, es tarea diaria y de 24 horas. No sé qué decir acerca de las opiniones, pues algunas suman y otras restan. Debes ser optimista, dicen unos, se precavido, dicen otros. Al final siempre es un poco de ambas, pero la balanza y el espejo te recuerdan el veredicto. "No volverás a ser negativo”.
Tal vez por algo se le llama "ser positivo". Encierra un poco de humor la ironía del diagnóstico, pero solo así se puede vivir con esto, siendo positivo. Finalmente son los veintiséis y no se puede dar marcha atrás solo porque hubo un tropiezo. Uno solo desacelera un poco el ritmo. Eso es todo, solo ir a un ritmo diferente.
La enfermera dijo que era el primer mes de los muy seguramente 54 años que me restan. Yo decidí no cuestionar esa afirmación, de hecho la repito a diario y sueño. Soñar se ha hecho una buena terapia, proyectar y apostar ha sido una alternativa. Acumular experiencias y sonreír con los nuevos recuerdos y perder el interés por que todos los días sean buenos. Solo dejar que la vida siga su curso.
Las tendencias virales de los nuevos medios de comunicación te atrapan de vez en cuando. Para bien o para mal los celulares, las aplicaciones y la tecnología han tomado fuerza. No pretendo asignar a este hecho ningún tipo de juicio de valor. Me gusta leer y colorear o escuchar canciones, ir a cine y comer mucho, pero últimamente disfruto más hacer test de personalidad. Son pruebas de tipo viral y predecibles, que abundan en redes las sociales y en las que eligiendo una imagen, un color o una frase, entre algunas opciones, se describen los aspectos de la personalidad. Lo hago por una razón: siempre elijo la "fotografía verde", o el "corazón verde", la imagen verde. Al observar el resultado estas describen al hombre fuerte, sensible, altruista, libre y con liderazgo que aspiro ser, tal vez el hombre en el que me estoy convirtiendo. Siempre es bueno hacer cosas que te gustan, por más triviales, pequeñas y tontas que parezcan, no es razonable evitarlas.
Ya no me preocupo más por la longitud del camino, ni por los pasos que recorrí. En este momento respiro, agradezco y miro hacia adelante. Sí, No volveré a ser negativo, el examen tenía razón. El diagnóstico acierta por que seré positivo de manera crónica, consciente y por lo que me reste de vida.