El pasado 16 de mayo de 2025, activistas del VIH procedentes de Uganda y de Rusia participaron en una conversación virtual informal con la Subdirectora Ejecutiva de ONUSIDA, Christine Stegling. Promovido por la entidad comunitaria Acción contra el Sida Alemania en el marco de la serie de debates “Quo Vadis, Global Health?” (“¿Hacia dónde vas, Salud Global?), el encuentro puso el foco en el impacto de la política “America First” (“América, en primer lugar”) del gobierno de EE UU en la salud global y, especialmente, en las personas afectadas por el VIH, la tuberculosis y la malaria.
Un contexto de recortes y retrocesos
Desde la llegada de la Administración Trump, EE UU ha recortado drásticamente su participación en programas de cooperación internacional, reduciendo en más de un 70% el presupuesto destinado al VIH a nivel mundial (véanse La Noticia del Día 27/01/2025 y La Noticia del Día 10/02/2025). Estos ajustes se han traducido en graves desabastecimientos de antirretrovirales, disminución de la capacidad de diagnóstico y cierre de servicios esenciales para quienes viven con el VIH en las áreas geográficas de ingresos bajos, donde el VIH es más prevalente.
Paralelamente, se han impuesto restricciones terminológicas en la política exterior norteamericana: términos como “género”, “LGBTIQ” o “igualdad” han sido vetados de documentos oficiales y convocatorias de fondos. Esta “limpieza semántica” —recordaron los participantes— es una táctica habitual en regímenes autoritarios para debilitar el reconocimiento de derechos y para deslegitimar a comunidades vulnerables.
“Para nosotros, esto es un déjà vu”
Alexei Lakhov, activistas ruso con décadas de experiencia en acciones comunitarias frente al VIH, describió cómo en su país el borrado progresivo del lenguaje inclusivo precedió a la criminalización de diversosx servicios esenciales.
“Primero desaparecen las palabras, luego desaparecemos nosotros”, advirtió Lakhov. “En Rusia, las expresiones ‘LGBT’, ‘reducción de daños’ o incluso ‘género’ fueron eliminadas de las políticas y los presupuestos. Fue la antesala de un ataque sistemático contra nuestra existencia”.
Rusia afronta una epidemia creciente: más de 1,1 millones de personas diagnosticadas de infección por el VIH y varias decenas de miles de nuevos casos cada año. Sin el reconocimiento oficial de las poblaciones clave, el acceso a pruebas, tratamientos y programas de prevención se ha vuelto cada vez más inaccesible.
Persecución legal en Uganda
Shawn Mugisha, desde Kampala, narró las consecuencias de la legislación antigay vigente en Uganda, que no solo criminaliza a las personas LGBTIQ, sino que también penaliza a los educadores pares y bloquea la prestación de servicios de salud especializados.
“La ley atiza el miedo y la violencia”, explicó Mugisha. “Cuando arrestan a quien capacita a sus propias comunidades, el mensaje es claro: no tienes derecho ni a la vida ni a la salud”.
Este modelo de represión ha servido de inspiración para otros países vecinos, ampliando el cerco contra las poblaciones más vulnerables en toda la región.
Estrategias de resistencia
Ante este escenario hostil, los activistas comparten tácticas pragmáticas para garantizar sus proyectos y proteger sus comunidades sin renunciar a sus valores:
- Adaptación del lenguaje: reemplazar términos proscritos por expresiones más neutras (por ejemplo, “personas con comportamientos sexuales de riesgo” en lugar de “HSH”).
- Focalizarse en servicios básicos: priorizar pruebas, terapias y acompañamiento, incluso si ello implica relegar la defensa abierta de derechos.
- Operar en zonas grises: aprovechar vacíos legales y burocráticos para mantener en marcha proyectos vitales.
- Diversificación de financiación: buscar donantes alternativos —fundaciones privadas, iniciativas comunitarias, fondos multilaterales— que no impongan censura ideológica.
- Alianzas amplias: tejer redes con otros movimientos sociales para visibilizar que la censura y la persecución afectan a toda la sociedad, no solo a las minorías.
Sin embargo, subrayaron los participantes, existen “líneas rojas” que no pueden cruzarse: la lealtad a las personas a las que representan, el rechazo a asimilar la censura como norma y la defensa inquebrantable de la solidaridad como principio rector.
¿Hacia dónde va la salud global?
“Quo Vadis, Global Health?” concluye con una llamada de alerta: si Estados Unidos renuncia a la cooperación internacional y cede al impulso autoritario de silenciar vocablos, estará sentando las bases para recortar derechos y servicios que salvan vidas.
Para ONUSIDA, la lección es clara: debe diversificar sus fuentes de financiación y reforzar el compromiso con las comunidades locales. Solo así podrá mantener vivos los programas que dependen de la solidaridad global.
En palabras de Christine Stegling: “No podemos permitir que la desaparición de una palabra suponga el fin de un servicio. Cada término que defendemos es un derecho, una historia de vida”.
El futuro de la salud global, advierten los activistas, exige no solo adaptación táctica, sino una resistencia firme a todo intento de borrado —semántico o real— de quienes más necesitan protección y oportunidades para vivir con dignidad.
Fuente: Acción Contra el Sida Alemania / gTt-VIH (Elaboración propia)
Referencia: Wiessner P, Lakhov A. Diesseits und jenseits der Schmerzgrenze. Rote Linien der Zivilgesellschaft im Umgang mit Zensur und finanzieller Abhängigkeit. Disponible en: https://www.aids-kampagne.de/aktuelles/2025-06-10-diesseits-und-jenseits-der-schmerzgrenze
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