La alimentación también es medicina: un programa nutricional mejora la salud de personas con el VIH

El acceso a comidas saludables y asesoramiento nutricional reduce hospitalizaciones, mejora la adherencia al tratamiento y disminuye conductas sexuales de riesgo

Francesc Martínez
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Un estudio realizado en Estados Unidos y publicado en The Journal of Infectious Diseases demuestra que una intervención alimentaria integral puede mejorar de manera significativa la salud física, emocional y conductual de personas con el VIH. El programa, llamado CHEFS-HIV, combina distribución de alimentos con educación nutricional y apoyo profesional. Los resultados van más allá de lo esperado y una buena alimentación se traduce en menos hospitalizaciones, mayor adherencia al tratamiento y mejor salud mental.

Un modelo de apoyo integral más allá del plato

El estudio comparó a dos grupos de personas con el VIH atendidas por la organización Project Open Hand. Mientras que el grupo control recibió el apoyo estándar —una o dos comidas al día y encuentros breves con un dietista cada seis meses—, el grupo de intervención accedió a un nivel asistencial mucho más completo. Este incluía 14 comidas congeladas por semana (o siete comidas y una bolsa de alimentos frescos), suplementación cada semana y sesiones educativas en grupo con una nutricionista especializada.

La investigación evaluó diversos indicadores de salud física y mental, entre ellos carga viral, calidad de vida, seguridad alimentaria, síntomas depresivos y adherencia al tratamiento. También se recopiló información sobre hospitalizaciones recientes y prácticas sexuales sin protección.

Resultados impactantes: menos hospitalizaciones y mejor calidad de vida

Los resultados fueron contundentes: el grupo que recibió el nivel de intervención completo mostró una reducción del 89% en las hospitalizaciones, del 77% en la presencia de inseguridad alimentaria y del 68% en lo relativo a padecer síntomas depresivos. Además, la probabilidad de que presentaran baja adherencia al tratamiento (inferior al 90%) cayó un 82%, mientras que los episodios de sexo sin condón se redujeron en un 95%. Curiosamente, aunque la adherencia mejoró, la supresión virológica no mostró diferencias significativas entre los grupos.  Esto podría deberse a la alta eficacia de los tratamientos actuales, que permiten cierto margen de adherencia sin comprometer la respuesta virológica.

Mejor salud mental, mayor autocuidado

Más allá de los indicadores clínicos, el hallazgo más relevante fue la mejora general en la calidad de vida.  Aunque la tasa de supresión virológica no cambió de forma significativa, otros aspectos igual de importantes —como la salud mental y las conductas sexuales de riesgo— sí lo hicieron. Las personas con acceso regular a alimentos saludables y acompañamiento nutricional manifestaron sentirse mejor física y emocionalmente, adoptaron hábitos sexuales más seguros y mostraron mayor compromiso con su salud. Ambos factores son clave tanto para la evolución personal como para la salud pública.

Resultados como los del presente estudio cuestionan la noción de que las intervenciones sanitarias deben centrarse exclusivamente en el ámbito terapéutico. La alimentación, especialmente cuando se adapta a las necesidades médicas de las personas, puede desempeñar un papel igual de relevante. El hecho de que la intervención fuera efectiva incluso en comparación con un grupo que ya recibía algún tipo de ayuda alimentaria resalta aún más su potencial.

¿Qué implicaciones tiene para los sistemas de salud?

El estudio CHEFS-HIV lanza un mensaje claro: asegurar una buena alimentación de forma consistente no es un lujo, sino una intervención terapéutica con impacto tangible. En un momento en el que los sistemas sanitarios buscan eficiencia y sostenibilidad, este tipo de programas representan una inversión estratégica. Programas de este tipo reducen hospitalizaciones, mejoran el autocuidado y disminuyen el riesgo de transmisión, con lo cual su rentabilidad en términos de salud pública es muy elevada.

Por otro lado, los datos sobre adherencia al tratamiento y su relación con la supresión virológica invitan a replantearse los umbrales de eficacia. Si bien tradicionalmente se ha apuntado a una adherencia superior al 90% como estándar, este estudio se alinea con investigaciones recientes que sugieren que porcentajes algo menores podrían ser suficientes gracias a la eficacia de los tratamientos actuales. Aun así, facilitar que las personas logren una buena adherencia al tratamiento tiene beneficios bien evidenciados, como evitar hospitalizaciones y complicaciones.

Conclusiones

Incluir la seguridad alimentaria como parte de la atención sanitaria debería dejar de ser una aspiración para convertirse en algo concreto. No basta con garantizar el acceso al tratamiento antirretroviral. Es necesario asegurar que las personas con el VIH tengan cubiertas otras necesidades básicas, como la alimentación saludable y el apoyo emocional.

Incorporar este tipo de intervenciones en los sistemas públicos de salud podría suponer una mejora sustancial de los resultados clínicos y una estrategia de prevención con beneficios sostenibles a largo plazo. En contextos donde el VIH sigue siendo una carga social y médica importante, replicar modelos como el del presente estudio puede marcar la diferencia a largo plazo en el estado de salud.

Fuente: The Body Pro / Elaboración propia (gTt-VIH).
Referencia: Palar K, Sheira LA, Frongillo EA, et al. Food Is Medicine for Human Immunodeficiency Virus: Improved Health and Hospitalizations in the Changing Health Through Food Support (CHEFS-HIV) Pragmatic Randomized Trial. J Infect Dis. 2025;231(3):573-582. doi:10.1093/infdis/jiae195

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