Un estudio presentado en la 32 Conferencia sobre Retrovirus e Infecciones Oportunistas (CROI 2025), celebrada en San Francisco (EE UU), ha revelado que el índice de masa corporal (IMC) —comúnmente utilizado para evaluar la salud metabólica y el riesgo cardiovascular— podría no ser un indicador fiable en personas con el VIH. Esta investigación, llevada a cabo en EE UU, ha analizado datos de más de 800 adultos con el VIH y sin comorbilidades cardiovasculares preexistentes. En el estudio, tener un IMC normal no reducía el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, lo que pone en entredicho la validez del IMC como herramienta para pronosticar este tipo de patologías en la población seropositiva.
Un indicador que puede engañar
Durante muchos años, el IMC ha sido una herramienta sencilla y accesible para clasificar a las personas en categorías de peso —bajo, normal, sobrepeso u obesidad— y estimar ciertos riesgos relacionados con la salud. Sin embargo, entre las personas con el VIH, este parámetro puede ofrecer una imagen engañosa.
El presente estudio, conocido bajo el nombre de VAMOS, es un estudio observacional, multicéntrico y transversal que investiga la relación entre el IMC, la EVAF (exceso de grasa visceral abdominal, en sus siglas en inglés, definida como una superficie de tejido adiposo visceral [TAV]≥ 130 cm²) y otros factores de riesgo cardiovascular en 170 personas con el VIH que llevaban en supresión virológica gracias a la terapia antirretroviral durante, al menos, un año.
Clasificación de las puntuaciones de riesgo
Los investigadores compararon las puntuaciones de riesgo de enfermedad cardiovascular aterosclerótica a 10 años entre cuatro grupos distintos:
- IMC bajo (20-29 kg/m²) sin EVAF (n = 62)
- IMC bajo con EVAF (n = 52)
- IMC alto (30-40 kg/m²) sin EVAF (n = 10)
- IMC alto con EVAF (n = 46)
Los investigadores hallaron que algunas personas con el VIH con un IMC dentro del rango normal (de 18,5 Kg/m2 a 24,9 Kg/m2) acumulaban grasa de forma no visible externamente, especialmente en la región abdominal y alrededor de órganos vitales como el corazón y el hígado. Cabe destacar que el hígado graso es altamente prevalente en personas con el VIH, hasta el punto que afecta a más de un tercio de la población seropositiva (véase La Noticia del Día 05/05/2025). Esta distribución de grasa visceral, no detectable mediante el IMC, se asocia notablemente a un aumento del riesgo cardiovascular.
Las causas de este fenómeno podrían estar relacionadas con los efectos a largo plazo del VIH y de los tratamientos antirretrovirales sobre la distribución del tejido graso. La lipodistrofia —redistribución anómala de la grasa corporal, con aumentos en unas zonas -lipohipertrofia- y/o pérdidas en otras -lipoatrofia-— es común en personas con el VIH, lo que puede llevar a que personas aparentemente delgadas alberguen un perfil metabólico que entrañe riesgos.
Hacia un nuevo enfoque diagnóstico
Los resultados del estudio sugieren que confiar exclusivamente en el IMC para evaluar la salud cardiovascular de las personas con el VIH puede llevar a pronósticos imprecisos o erróneos. En su lugar, parece recomendable el uso de métodos más específicos para medir la grasa corporal y su localización, como la tomografía computarizada o la resonancia magnética, aunque su alto coste limita su uso en la práctica clínica habitual.
Además, el equipo de investigación señaló la importancia de incorporar evaluaciones más completas del riesgo cardiovascular, incluyendo mediciones del perímetro abdominal, análisis de lípidos y biomarcadores inflamatorios. Ello pondría sobre la mesa más datos para analizar, lo que permitiría identificar a tiempo a aquellas personas que, a pesar de mantener un peso considerado saludable, podrían beneficiarse de intervenciones preventivas tales como cambios en el estilo de vida o ajustes en el tratamiento médico.
En este contexto, los profesionales de la salud deben ser especialmente precavidos y considerar factores específicos de la infección por el VIH que pueden alterar los parámetros utilizados típicamente en la evaluación del riesgo cardiovascular. Asimismo, se plantea la necesidad de actualizar las guías de práctica clínica para que reflejen estas particularidades y ofrezcan recomendaciones más ajustadas a la realidad de la población VIH positiva.
Un viejo debate que podría reabrirse
Estos hallazgos podrían hacer replantear a la Unión Europea su postura respecto a tesamorelina (EgriftaTM), un fármaco finalmente no autorizado por la Agencia Europea del Medicamento (EMA, en sus siglas en inglés) por no tener dicha agencia una posición clara respecto al balance riesgo-beneficio (véase La Noticia del Día 02/07/2012). Cabe destacar que tesamorelina si fue aprobado en EE UU en el año 2010 para ser autoadministrado diariamente por parte de personas con el VIH con lipodistrofia con acumulación de grasa visceral (lipohipertrofia).
Fuente: POZ / Elaboración propia (gTt-VIH).
Referencia: Zogheib M, et al. BMI Is a Poor Surrogate for Excess Visceral Adiposity and Cardiovascular Risk in Persons With HIV. Conference on Retroviruses and Opportunistic Infections, San Francisco, abstract 830, 2025.
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