La composición bacteriana intestinal condiciona la gravedad de la COVID-19 en personas con el VIH

Francesc Martínez
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También podría estar detrás de los síntomas de la COVID persistente

Un estudio publicado en BMC Microbiology ha concluido que las personas con el VIH que desarrollan COVID-19 grave experimentan cambios importantes en las bacterias intestinales que duran meses y que explicarían tanto la gravedad de la COVID-19 como el mayor riesgo observado en personas con el VIH de desarrollar COVID persistente (véase La Noticia del Día 21/06/2023).

Las bacterias intestinales influyen en la respuesta inmunitaria frente a las infecciones. También están implicadas en la inflamación (favoreciéndola o reduciéndola en función de las especies de bacterias presentes y su cantidad). Dicha composición de especies bacterianas es la que finalmente contribuye  a promover o evitar diversas patologías.

La influencia de las bacterias intestinales sobre la gravedad de la COVID-19 y sobre el desarrollo de COVID persistente había sido evaluada hasta la fecha en algunos estudios.

Uno de dichos estudios, realizado en Hong Kong (China), observó que aquellas personas con el VIH hospitalizadas con COVID-19 de mayor gravedad tenían una menor proporción de bacterias beneficiosas y una mayor proporción de aquellas asociadas a inflamación. Un segundo estudio chino, en este caso en personas sin el VIH, también evidenció que la composición bacteriana intestinal condicionaba la presencia de síntomas de COVID persistente.

Para el presente estudio, investigadores japoneses contaron con la participación de 12 hombres con el VIH ingresados por COVID-19, 25 hombres con el VIH que no padecieron COVID-19 y 19 hombres sin el VIH que no habían padecido COVID-19.

Los participantes con COVID-19 y VIH tenían una mediana de edad de 46 años y la gran mayoría eran hombres gais, bisexuales y otros hombres que practican sexo con hombres (GBHSH). Todos ellos tenían carga viral indetectable y llevaban tomando terapia antirretroviral un promedio de 9 años.

Los participantes con el VIH y COVID-19 tenían, respecto a aquellos con el VIH sin COVID-19, en promedio, un mayor índice de masa corporal (27,5 Kg/m2 y 24,7 Kg/m2; respectivamente), mayor mediana de los recuentos de CD4 (671 células/mm3 y 539 células/mm3; respectivamente), pero no una mayor presencia de comorbilidades.

La COVID-19 fue de moderada a grave en 5 de las 12 personas con el VIH. El promedio de estancia en el hospital en los hospitalizados fue de 10 días. Seis de las 12 personas con el VIH y COVID-19 recibieron antivirales frente al SARS-CoV-2 (virus causante de la COVID-19), tres recibieron corticosteroides y uno tratamiento antibiótico frente a bacterias oportunistas.

Las personas con el VIH y COVID-19 proporcionaron muestras fecales en su ingreso y todas excepto una proporcionaron una segunda muestra entre 9 y 10 días después del inicio de los síntomas. Siete de ellos proporcionaron una tercera muestra entre 31 y 85 días después del inicio de la sintomatología. Los participantes de los dos grupos control proporcionaron hasta tres muestras fecales en intervalos similares a los descritos en el grupo de hombres con el VIH y COVID-19.

Las muestras fueron analizadas para evaluar la diversidad bacteriana, sin que se observaran diferencias significativas entre los grupos comparados. Sin embargo, cuando las muestras se compararon a través del tiempo, las personas con el VIH y COVID-19 evidenciaron reducciones en las poblaciones intestinales de aquellas bacterias (como los clostridios) con efectos antiinflamatorios. Dichas bacterias producen ácidos grasos de cadena corta, que permiten el adecuado mantenimiento del epitelio intestinal como barrera que evita la traslocación bacteriana del intestino a la sangre, la cual conlleva efectos negativos para la salud de las personas con el VIH (véase La Noticia del Día 08/11/2023).

Las personas con el VIH y COVID-19 de moderada a grave tendieron a mostrar una recuperación más lenta de las poblaciones bacterianas beneficiosas para el organismo productoras de ácidos grasos de cadena corta.

Los niveles de bacterias proinflamatorias fueron mayores en personas con COVID-19 y permanecieron elevadas un mes después del ingreso hospitalario. Sus niveles fueron más altos en aquellas personas con mayor índice de masa corporal.

Dos personas con el VIH y COVID-19 experimentaron síntomas de COVID persistente y proporcionaron muestras fecales durante un año. En ambos casos se observó una disminución mantenida en el tiempo de la diversidad bacteriana intestinal, algo que no se observó en aquellas personas con el VIH y COVID-19 que no acabaron desarrollando síntomas de COVID persistente.

Aunque el presente estudio presenta importantes limitaciones (especialmente por su pequeño tamaño), los hallazgos son interesantes y pueden promover el desarrollo de estudios de mayor tamaño que permitan obtener resultados más consistentes. También se podría profundizar en las características específicas de las bacterias intestinales de los GBHSH –con diferencias conocidas respecto a otros grupos poblacionales– para establecer si podrían desempeñar un papel en la gravedad de la COVID-19 o en los síntomas de COVID persistente.

Fuente: Aidsmap / Elaboración propia (gTt).

Referencia: Ishizaka A et al. Association of gut microbiota with the pathogenesis of SARS-CoV-2 infection in people living with HIV. BMC Microbiology, 24: 6, 2024 (open access).

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