Según los resultados de un estudio presentado en el Congreso Internacional sobre Terapia Farmacológica del VIH, que se celebró la semana pasada en Glasgow (Escocia, Reino Unido), las personas que desarrollaron lipodistrofia (pérdida o ganancia anómalas de grasa corporal) debido a algunos de los antirretrovirales de primera generación no presentarían un mayor riesgo de desarrollar otras enfermedades sino que, incluso, sus resultados de salud a largo plazo serían -respecto a determinadas enfermedades- mejores que los de personas que no padecieron este efecto secundario.
La lipodistrofia fue reconocida como efecto secundario de la terapia antirretroviral poco después de que se desarrollara la terapia antirretroviral de gran actividad (TARGA) a mediados de la década de 1990. Los fármacos más antiguos de la familia de los inhibidores de la transcriptasa inversa análogos de nucleósido (ITIN), especialmente estavudina (d4T), didanosina (ddI) y zidovudina (AZT) fueron identificados finalmente como la principal causa de este efecto adverso. La ganancia de grasa (lipohipertrofia), por su parte, se relacionó con el tratamiento con un inhibidor de la proteasa en combinación con dos ITIN.
Con el objetivo de valorar los problemas de salud causados por la lipodistrofia a largo plazo, un equipo de investigadores del Hospital Clínic de Barcelona realizó el seguimiento de 494 personas que iniciaron la TARGA (formada por dos ITIN y un inhibidor de la proteasa) entre 1996 y 1999. El seguimiento de los participantes se prolongó hasta 2015.
Del total de los participantes, tres cuartas partes eran hombres, el promedio del recuento de células CD4 previo al inicio del tratamiento era de 204 células/mm3 y la carga viral en dicho momento era de, aproximadamente, 80.000 copias/mL.
El 46% (227 personas) de la cohorte desarrolló lipodistrofia antes del año 2000. Del total, el 40% experimentó pérdida de grasa (lipoatrofia), el 22% presentó acumulación de grasa (lipohipertrofia) y el 18% sufrió los dos fenómenos de manera conjunta. Durante la fase de seguimiento, 71 de los participantes fallecieron y 106 abandonaron el seguimiento.
Tras el análisis de los datos, se observó que la lipodistrofia fue más común entre las personas de mayor edad. La media de edad de aquellas que la experimentaron fue de 41 años, mientras que las que se mantuvieron libres de este efecto secundario fue de 36 años.
Sorprendentemente para los investigadores, los resultados fueron contrarios a la hipótesis inicial. El equipo de expertos esperaba hallar durante la fase de seguimiento peores marcadores de salud en aquellas personas que habían experimentado lipodistrofia. Sin embargo, la tasa de mortalidad para aquellas personas con lipodistrofia fue del 0,9% por año, mientras que en el otro grupo fue del 2,1% por año . Esta asociación fue incluso más significativa cuando se consideró la lipoatrofia de manera aislada, siendo la mortalidad de 0,8% por año en el brazo que presentaba dicho efecto adverso frente al 2,4% por año en personas que no lo experimentaron. Por otro lado, considerando solo la lipohiperatrofia, la tasa fue del 1% y del 1,6%; respectivamente; entre quienes experimentaron o no dicho efecto secundario.
De manera similar, el riesgo de desarrollar sida durante la fase de seguimiento fue menor en aquellas personas con lipodistrofia que en aquellas sin dicha condición (1,55% frente a 2,8%). Para las personas con lipoatrofia, la probabilidad de desarrollar sida fue del 1,8% (frente al 2,8% de las personas que no la presentaban) mientras que en aquellas con lipohiperatrofia fue del 1,7% (mientras que en aquellas sin dicho efecto adverso fue del 2,3%).
Las personas con lipodistrofia mostraron un riesgo de 1,7 veces mayor de presentar hipertensión arterial que las personas sin esta condición. Considerando solamente la lipoatrofia, el riesgo duplicó al de aquellas personas sin el efecto secundario. En personas con lipohiperatrofia, dicho riesgo fue 2,5 veces superior al de las personas que no tenían esta condición. Además, la diabetes tipo 2 fue 2,5 veces más común en personas tanto con ganancia como con pérdida de grasa . Por el contrario, problemas hepáticos graves, fracturas y daño neurocognitivo fueron mucho menos habituales en aquellas personas con lipodistrofia.
Los resultados del presente estudio ponen de manifiesto que sufrir lipodistrofia , a pesar de que constituye un efecto secundario que genera gran estrés y resulta estigmatizante, es un marcador derivado de una buena adherencia y comportó que las personas que lo experimentaron acabaron presentando un menor riesgo de fallecer y una menor probabilidad de desarrollar sida o de sufrir ciertas comorbilidades en las siguientes dos décadas.
Fuente: Hivandhepatitis/Elaboración propia ( gTt-VIH )
Referencia: Sanchez G., Gonzalez-Cordon A., Rojas J., et al. Long-term impact of lipodystrophy on the risk of morbidity and mortality: a 20-year longitudinal cohort study. HIV Drug Therapy 2016. Glasgow, October 23-26, 2016.Abstract O21
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