Desde que lo supe hasta ahora he pasado por diferentes etapas con respecto a mi estado de ánimo. Al principio, me ahogaba en un vaso de agua, pero siempre he pensado que a la vida hay que mirarla de frente, que no sirve de nada lamentarse, así que no dejé que pudiera conmigo. Hasta ahora, cada mañana, me he levantado con fuerza, intentando aprovechar cada momento de la vida, disfrutando de aquello que me ofrece, manteniendo el ánimo.
Me he preocupado tanto por que no pudiera conmigo, por mantenterme en pie, que no me he dado cuenta de que he vivido mirando hacia otro lado, ignorando el problema en lugar de enfrentarme a él. Todavía no le he contado a nadie que soy seropositivo, he tratado de mostrarme distante con todo el mundo, para que nadie pueda entrar en mi vida. Pero llega un día en que, sin darte cuenta, alguien se acerca demasiado, y entonces todo el mundo que te has creado se derrumba, y te quedas desnudo en medio de un montón de escombros.
Eché a esa persona de mi vida por no enfrentarme a contarle mi enfermedad, y no es que sienta que haya perdido al amor de mi vida, pero ahora han vuelto todos esos fantasmas que había enterrado, y siento la soledad por todas partes. No haber podido hablar con nadie sobre ello me come por dentro, no haberme desahogado con nadie, que nadie sepa quién soy.
El hecho de estar enfermo, de tener que medicarme y de poder "morir" no me preocupa; pienso que la vida es como es y no tenemos más remedio que aceptarla, pero la soledad… Tengo 22 años y me queda mucho por aprender de la vida, pero a mi edad es difícil contarle esto a tu entorno y más difícil todavía enfrentarse a la soledad, no a la sentimental, sino a la que sientes cuando nadie sabe tu verdadera historia, cuando no encuentras ningún hombro para llorar.