Cuando fui a buscar los resultados me informaron de que el examen había sido enviado al ISP (instituto de salud pública). En ese momento sentí que mi alma se trizó, quedé helado y miles de preguntas bombardearon mi cabeza.
Tomé un bus a casa, sentía que me desplomaba. Busqué y busqué información en internet deseando que hubiera una esperanza, que solo era un procedimiento normal, pero solo me confundía más.
Pasaron los días y llamaron de la clínica para decirme que tenían los resultados. Al escuchar de la doctora que mi examen había salido positivo, mis ojos se inundaron de lágrimas. Qué sensación más extraña es saber que cargaría con eso toda mi vida.
La doctora me bombardeo de palabras alentándome, diciéndome que no era lo peor, que solo es una enfermedad que está estigmatizada por la sociedad… Y sí, tiene razón pero qué saben las personas que no padecen esto. Aunque nos digan que podemos seguir con una vida normal, no es así.
Pero yo solo pensaba que me había defraudado a mí mismo. Últimamente me observo mucho al espejo y me pregunto qué pasará más adelante, en que momento deje de quererme y acepte que esto me sucediera.
He decidido guardar este secreto porque sé que mi familia no podría soportar el peso de esto, así que me encuentro solo afrontando esto, que quizás como dicen no es lo peor y tenemos un tratamiento que alarga nuestra vida y podemos hacer nuestras cosas con normalidad. Pero lo que en verdad importa ya no se puede tener. Solo queda de otra que seguir luchando.