El miedo, la preocupación y la tristeza aún no desaparecen

Carlos

Yo soy médico general y hace unas tres semanas me han dado mi diagnóstico de VIH. Al principio no lo creía y quede en shock. Salí del laboratorio caminando sin rumbo, pensando en las palabras del infectólogo que me dio los resultados: “De esto no te vas a morir, solo debes modificar una pequeña parte de tu vida, cuidarte y tomar medicamento. No tiene por qué ser el fin del mundo”.

Llegué a mi casa y lloré, maldije la vida y esa noche intenté suicidarme. Pero pensar en mi familia me detuvo. Ahora ya inicié el programa de tratamiento del VIH en mi país. Sin embargo, el miedo, la preocupación y la tristeza aún no desaparecen. Pensar en tomar tabletas para mantenerme vivo y controlar un virus que no se irá de mi cuerpo me atormenta día a día. No duermo bien, no me alimento bien…

No creo que sea prudente contárselo aún a mi familia y amigos, pues el estigma de la enfermedad es demasiado influyente acá en Colombia. Yo aún tengo pensamientos suicidas. Me siento solo y sin esperanza. Cada día busco en Google noticias sobre el VIH, con la esperanza de que sea el día en que descubran algo muy importante o simplemente que haya un estudio que revele el camino hacia la cura.

Es realmente difícil esta situación y tener una enfermedad crónica. Aún tengo muchas preguntas sin respuesta.

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