Mi historia no llegó a desembocar en la enfermedad, pero sufrí mucho pensando que la había contraído hasta el último momento, en el que todos los exámenes me dieron negativo. Por esto, me solidarizo con todo el que ha adquirido el VIH.
Leí la historia de Carlos (de Bogotá, Colombia) y quisiera decirle que no hay por qué sentirse así. Debe levantar la cabeza y seguir para adelante. Tener esta enfermedad no es el fin, como dice la madre de las dos niñas, una de 15 y la otra de 11. Ella se recuperó y pudo ver más allá de su enfermedad, y creo que su recompensa, a pesar de todo lo que sufrió, es tener dos niñas preciosas por las cuales seguir luchando.
Por eso, Carlos, y por otras historias que son de admirar, te digo que tú puedes; ya verás como encontrarás nuevamente a alguien que te ayude y te quiera de verdad, al que no le importe lo de tu enfermedad, y que su amor se base, como tú dices, en el respeto y el afecto.