Espero una luz que ilumine mi oscuridad

Pedro

Todo empezó de un día para otro, sin aviso de nada, solamente un día de agosto, no sé el día exacto de 2014, tuve un dolor de estómago muy fuerte en la madrugada, que me llevó a despertar, claro. Lo dejé pasar, tomé una medicación y se me pasó.

Llegó septiembre de 2014. Acá [Chile] son fechas de fiestas patrias. Comí, tomé, carreteé [me fui de fiesta] y todo normal, nada de fiebre, dolores, mareos, vómitos…, nada.

Llegó octubre y me invitaron a una ver un partido de fútbol, Chile jugaba y me invitaron a fumar weed [yerba]. Era consumidor, pero de ocasiones, no tomaba todos los días ni tampoco en todos los carretes.

Entonces fumé y empecé a pincharme con un chico que me gustaba. Hicimos una orgía, se podría decir. Nadie se cuidó, ni yo tampoco. De lo cual me arrepiento, pero las cosas se hacen de a 2. Bueno, terminé el carrete, me quedé a dormir en esa casa y desperté tipo 9 de la mañana y seguía volado, cosa que me pareció extraña. No podía salir de estar volado. Me dio obviamente la pálida. Me traté de relajar etc., y -cuento corto- llegué a mi casa, dormí y pasó, pero algo sentía en mi cabeza que no andaba bien.

Tenía pensamientos –diríamos- apocalípticos, religiosos, políticos etc. Una confusión total, sin perder la noción del tiempo. Y llegó un día 23 o 24 de octubre e iba a la casa de mi pareja (éramos pareja, pero con derechos “por si aca”). Yendo de camino a tomar el colectivo [bus], mi cabeza empezó a tener pensamientos muy religiosos, muerte, vida, dios, diablo, infierno, vírgenes, fin del mundo.

Empecé a escuchar voces, me volví a mi casa llorando, me acerqué a mi madre y le decía que la quería mucho, que me perdonara, etc. Me dijo: “acuéstate, tranquilízate y mañana hablamos”. Pasé la noche despierto, orinado entero en mi cama, no sé por qué. Mis padres me preguntaron qué había hecho, qué había consumido, y les dije que había fumado marihuana, pero eso fue hacía varios días atrás. Entonces me dijeron que estuviera en la casa y no saliera.

Ya con mi cabeza perturbada me fui de mi casa, casi desnudo, por la calle, solo con un short y la polera [camiseta] en la mano, me la pasé en la calle yéndome donde la mente me llevara. El pensamiento me duraba 10 segundo y después venía otro pensamiento, después otro y otro. Hasta le regalé mis anteojos a un cuida-autos.

Gracias a dios o quienquiera a que sea, me los devolvió y llegué a mi casa. Todos estaban asustados y no sabían qué hacer, porque tenía una cara como de esquizofrénico. Mi pareja no sabía nada de lo que me estaba pasando. Llegó la tarde-noche tipo 19h y me empezó a dar como un ataque sistémico, mi hombro derecho subía y me dolía, mi pecho se apretó y no me dejaba respirar. Mis papás no hicieron nada más que decir relájate y ya pasará. Les dije como pude -no podía ni hablar- que llamaran a mi pareja. Él llegó a los minutos y me vio todo torcido con un dolor en el hombro, el cuello, estaba asfixiándome. Llamó de inmediato a la ambulancia, pero no había ambulancias, típico en Chile. Me llevaron al hospital en el auto de mi padre. Llegué de inmediato y me hicieron pasar a la posta (así se llama urgencias aquí). Y lo que recuerdo es que me vino una hipersexualidad. Miraba todo de manera sexual y para mí era normal, sentía mucha calentura, miraba sexualmente a todos los enfermeros, doctores, etc.

Mis papás le dijeron al médico que había tomado algo. Me hicieron un lavado gástrico, luego de eso me amarraron a la camilla y yo veía todo y lo sentía todo, pero no podía ni hablar ni decir nada, todas mis emociones se escondieron y sentía que me estaba muriendo, incluso llegué a pensar que ya estaba muerto. Me dejaron el tubo en la boca, me desamarré de la camilla, me saqué el tubo de la garganta, me saqué los sueros, inyecciones, etc. y me tiré de la camilla al suelo y mi mente seguía distorsionada. Estaba pésimo, muy mal y no sé cómo, pero, al otro día, amanecí y estaba amarrado y ya estaba un poco mejor.
 
Creo que me inyectaron algo para sedarme en la noche. Desperté un poco mejor, me dieron el alta y llegué a mi casa. Nuevamente me vino otra crisis y de nuevo fui al hospital. Pero ahora era por los ahogos que no me dejaban respirar y el dolor en el hombro derecho que me subía y también en la nuca derecha. Otra vez me inyectaron algo para calmarme, pasé otra noche en el hospital. Al otro día, me hicieron las preguntas de: ¿qué día estamos?, ¿qué hora es? mire mi dedo, etc. y todo bien.

Me dijeron que no fumara marihuana y les dije que fumé había fumado marihuana, pero hacía ya más de una semana, cosa que no se creyeron en mi familia. Todos estaban enojados conmigo por lo que había pasado y yo sin saber nada de nada. Pensé durante ese tiempo que yo quizás era esquizofrénico.

Pasé una semana terrible, llena de crisis de pánico, tratando de controlarlas. Fue horrible, hasta que me llevaron al Centro Comunitario de Salud Mental (COSAM). Allí me atendieron una semana. Después me vio un psiquiatra y me hizo preguntas y yo todo distorsionado pensando estupideces. Me dijo que era bipolar.

Gracias a la ciencia existen remedios para la cabeza y me recetaron litio. En ese momento volví a mi estado normal, se podría decir. Pasó diciembre y empecé a comer súper-sano en enero y febrero, sobre todo muchos jugos naturales, etc.

Llegó marzo y ya mi mente estaba más quieta y tranquila. Entonces me dije: me voy a hacer el examen del VIH. Me preguntaron qué síntomas había tenido. Se los expliqué al médico, de inmediato. Me sacaron sangre, etc.

En abril, me llamaron para que fuera a buscar los resultados de las pruebas. Ya había asumido que tenía VIH: me lo comunicaron… y no se va a morir, añadieron. Lo único que escuchaba era como la profesora de Charly Brown. Salí a llorar. Sigo adelante. No me dieron tratamiento porque tenían que hacerme exámenes de carga viral y de CD4. Otro mes más y el médico infectólogo que me iba a visitar se fue de vacaciones.

Llegó julio y, mientras estaba comiendo, perdí la visión por algunos minutos. No podía ver mi plato en la mesa y me dirigí al médico. Me visitó el doctor, me revisó los ojos y me dijo que tenía un citomegalovirus en la retina, o sea en los ojos, y que no podía darme la terapia porque me quedaría ciego.

Me internaron 15 días en el hospital y me dieron un tratamiento intravenoso para el citomegalovirus, cada 12 horas, durante 15 días. Me puse amarillo, mis uñas estaban amarillas, sudaba muy apestoso, en pocas palabras, estaba horrible.

Salí tras los 15 días del centro médico y me dijeron que me iban a dar unas pastillas para controlar el citomegalovirus, pero ahora en pastillas, durante 3 meses. Llegó noviembre aproximadamente y me dieron la terapia.

Estaba muy delgado por aquel entonces. Entonces me entró como una especie de demencia. Se me metió en la cabeza que Dios me iba a sanar el VIH, que tenía que haber alguna cura… Había plantas, hierbas, agua de mar, el famoso MMS [clorito de sodio], etc. Disculpen la palabra que voy a decir, pero me tomé todas esas “weas” de remedios naturales, enemas de café y muchas otras más y no tome los antirretrovirales.

Así seguí aproximadamente 8 meses. Ya no tenía erecciones, ni ánimo, ni deseos. No tenía ninguna emoción. Hasta que mis defensas estaban en 42 –creo- y mi carga viral en 3.500.000. Era demasiado, en pocas palabras: estaba esperando la muerte. Me estaba deteriorando cada día más y más, sin darme cuenta de que tenía un trastorno y una demencia por sida.

Llegó diciembre de 2017, el día 23 dije ya basta de dolores, mareos cansancio, de todos los síntomas, diarreas, vómitos, etc. Me tomé la terapia antirretroviral, me dije: si muero, muero luchando, y si vivo, espero quedar bien.

Pasaron varios días y yo veía que todo estaba normal, hasta que el día 31 de diciembre de 2017, cuando mi pareja se había ido a trabajar -era peluquero-, empecé a oler a gas. Pensé que estaba muerto, me tocaba y no sentía dolor, escuchaba voces, risas y nuevamente, sin saber, me volvió la demencia. Deliraba, no hablaba. Mi mente estaba en la “xuxa”, no sabía qué pasaba, me sentía como en la película Los Otros. Estaba muerto, respiraba el gas y nada, no me desmayaba ni me dormía. Abrí la válvula para que saliera más gas y, nada, pensaba que estaba muerto y había quedado en el limbo.

Llegó la tarde, mi pareja me vio y me dijo que estaba mal. Fuimos al hospital. Era la única persona que confiaba en mí, ni en mi familia creía. Sentía que todos me atacaban. Recuerdo que quería ir a buscar una cuchilla para matar a Trump. ¡Imagínense mi cabeza!

Política, fin del mundo, la biblia, Dios, muerte, etc. En esas que llegó mi padre, con una voz y actitud que me hacían sentir atacado y en mi mente lo confundí con un chino de Corea del Norte. ¡Imagínense! Ataqué a mi padre con un cuchillo, me tiraron al suelo. Gracias que estaba flaco y no tenía fuerzas…

Eso fue ya la gota que derramó el vaso. Me llevaron al hospital, esposado, llegó un carabinero y me pegué el “show”, todos me vieron al salir de mi casa esposado: El niño tranquilo que era ya no lo era.

Me internaron en un hospital psiquiátrico. Estuve internado del día 31 de diciembre de 2017 hasta el 14 de febrero de 2018. Mi pareja siguió conmigo, todos pensaban que era esquizofrénico. Me encerré e1 año completo en mi pieza. No salía para ningún lado, solo iba a buscar mis medicamentos del COSAM y al centro de ETS.

Tenía miedo de sufrir otra demencia, perdí mi libido, emociones, miedos… Ahora estoy tomando medicamentos para mi cabeza y para poder dormir. Para el VIH estoy tomando una combinación de 3 antirretrovirales (triterapia).

Hoy 20 de febrero, día de mi cumpleaños, quise contar mi historia. Estos 5 años han sido los peores en mi vida. Hay días que me quiero morir, otros días que me encuentro normal, otros que me arrepiento de muchas cosas. Hay días que quiero salir adelante, otros que no quiero saber de nadie, otros estoy con depresión.

Mis días son oscuros y no veo una luz que ilumine mi oscuridad. Mi pareja me dejó hace unos meses y lo encuentro bien: tiene que seguir su vida. Terminamos en términos buenos. Él también tiene VIH, pero no presentó síntomas, estuvo a tiempo, me alegro por él.

Esta historia es real, la viví y la sigo viviendo, ahora más tranquilo, con calma, con mucha soledad, tristeza, pero gracias a quienquiera que sea, estoy bien. Tengo un daño neurológico, no sé cuál. No he tenido exámenes cerebrales ni nada de eso, pero yo sé que hay una secuela. Si me preguntan cuál podría ser es que no puedo tener una vida sexual.

El encontrar una pareja que me pueda ser fiel y yo poder confiar plenamente en ella me ayudaría. Estoy dolido conmigo mismo, pero me he perdonado y me han perdonado todos a los que hice daño sin saberlo.

Espero que esta historia no le pase a nadie, piensa que si estás infectado la única ayuda es la triterapia. No le tengas miedo. Claro, en mi caso subí de peso, ahora peso 78 kg, tengo mi panza hinchada, mi espalda es muy ancha, diría que soy macizo. Pero al final de todo, estoy tranquilo, que es lo más importante. Hoy, como es mi cumpleaños [20 de febrero], les quise contar mi historia, algo sufrida, tal vez penosa, tal vez triste y tal vez fea, pero cada uno busca su destino. Yo busqué solo mi destino, engañado eso sí, y mi resultado final es que sufrí una demencia por sida desde el 2014 hasta el febrero de 2018.

Gracias por leer mi historia. Cuídate, y si no te cuidaste, empieza a amarte y, lo más importante, no te olvides de vivir. Saludos.

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