A los 15 años probé la marihuana y lamentablemente mi cuerpo sufrió un problema de ansiedad. Me dijeron que tenía un trastorno de ansiedad. No podía dormir, me daba miedo salir a la calle, pensé que iba a morir. Tenía ataques de pánico y no fui al colegio por semanas.
Finalmente tomé medicamentos y ahora puedo controlar ese tema. En noviembre de 2014, cuando salí del colegio, quería conocer a gente diferente ya que en los dos años anteriores no había conocido a nadie porque no salía de mi casa.
Me contacté con varios hombres homosexuales como yo. No había iniciado mi vida sexual y no visualicé las consecuencias que tendría mantener relaciones sin protección.
Ese mismo año conocí a mi pareja actual, empecé a estudiar, dejé fumar, dejé de salir con "amigos"… Mi vida iba por un buen camino, ya había madurado, me enamoré.
En noviembre de 2015 empecé a tener síntomas que para mí eran muy extraños. Se me inflamaron las amígdalas, me sentía muy débil, me enfermaba mucho. Fui al médico en varias ocasiones. Sin embargo, no fue hasta julio de 2016 que recibí una llamada donde una mujer del laboratorio me pidió que repitiera una prueba.
En ese momento estaba con mi pareja y empecé a llorar porque ya sabía lo que significaba eso. En principio pensé que él me había infectado, pero luego recordé que cuando empezamos a tener relaciones sexuales yo le pedí una prueba de VIH, porque quería protegerme, y esa había sido negativa.
Pensábamos que había sido un error y estuve más tranquilo unos días, hasta que me hicieron la segunda prueba confirmatoria y salió nuevamente positiva. El doctor decidió hacerme un Western para estar seguros y sí ¡era positivo!
En esos momentos me sentía muy culpable, me sentía estúpido, me sentía destrozado. Tenía mucho miedo de haber infectado a mi pareja. Lloraba mucho día y noche.
Le conté a mi pareja que había besado a otro chico porque quería ser lo más transparente con él. Tomamos la decisión de contárselo a mi hermana y ella empezó a llorar y me dio un abrazo. En medio de sus lágrimas recuerdo sus palabras de aliento. Mi pareja se realizó la prueba y salió negativa aunque no estábamos seguros de nada porque podría estar en periodo de ventana.
Empecé el tratamiento antirretroviral con un medicamento que tiene efectos sobre el sistema nervioso central, pero no pude soportar los efectos de depresión y ansiedad que me producía por mi antecedente. Ahora estoy tratado con otro fármaco.
Después de seis meses de tratamiento ya era indetectable y mis CD4 estaban por encima de 500. Mi pareja, después de un año de mi diagnóstico aún es negativo y eso me da fuerzas para continuar luchando.
Ahora veo diferente la vida, le encuentro más sentido y la valoro cada día. Nunca había estado tan cerca de Dios y gracias a él he recibido muchos milagros.
Ahora estoy batallando mi duelo porque anteriormente solo pensaba en lo que posiblemente le habría hecho a mi pareja y teníamos mucho miedo. Ahora que sé que es negativo, estoy luchando con más fuerza. Le agradezco mucho a mi pareja por no dejarme solo en esta batalla y darme tanto amor.
Me gradué de una tecnología y estoy trabajando para pagar la universidad y comprar una casa con mi novio. No sé cuántos años viviré, solo sé que cada día que viva quiero hacerlo feliz y sonriente. Y eso es algo que no hacen la mayoría de personas que no están infectadas.
Espero que este mensaje le sirva a aquellas personas que se sientan destrozadas. Quiero que sepan que siempre habrá algo que los haga sonreír, y que cuanto más duro sea el camino para lograr algo, mayor será la satisfacción. Seguiremos luchando, ¡somos guerreros!