Es extraño cómo el cuerpo se manifiesta ante situaciones casi paranormales como lo es el presentimiento de que algo importante está por pasar. Nunca había estado tan nervioso teniendo en cuenta que ya me había hecho la prueba 3 veces a lo largo de mi vida.
De alguna manera creo que todos los que nos hemos hecho la prueba nos preparamos para el posible escenario de salir positivos, con la esperanza claro, de que no pase. No obstante, nos mentalizamos y nos ubicamos ahí, en esa situación. Yo siempre lo hice y había salido victorioso, pero las victorias casi siempre son fruto de las buenas decisiones, el resultado de acciones inteligentes o simplemente el azar, que es caprichoso.
Y sinceramente asumo mi responsabilidad, no porque sea muy valiente, sino porque 2+2 es 4 y sexo sin protección es un riesgo que todos hemos asumido con la esperanza de que la suerte nos acompañe. A mí la suerte me abandonó hoy: lunes 8 de marzo de 2021.
¿Tengo miedo? Sí, pero qué es el miedo sino el deseo de aferrarnos a lo que tenemos, a lo único que conocemos, a nuestra rutina, a nuestra manera de vivir. Ese sentimiento de autoprotección que nos preserva y algunas veces estanca.
Sé que ya no tengo una salud intacta como creía tenerla hace 5 horas. Eso ha cambiado y no hay vuelta atrás ¿pero saben qué? Lo demás sigue igual: las notificaciones del grupo de amigos de WhatsApp siguen apareciendo en la parte superior de mi teléfono, el cumpleaños de mi amiga Camila sigue siendo el jueves y aún le tengo que hacer una tarta, aún tengo que salir a correr para mantenerme en forma y mis planes de futuro son los mismos que hace 5 horas y que hace un mes con la única diferencia que partir de hoy antes de acostarme no solo pondré la crema antiarrugas en mi cara (hay que empezar jóvenes) sino que también tengo que tomar una pastilla, una pastilla que representa muchas cosas pero sobretodo vida y mientras hay vida hay esperanza, y para mí la subsistencia combinada con la esperanza dan como resultado: vivir. Lo otro es simplemente sobrevivir o intentar mantenerse vivo para un mundo que ni es ideal, ni es justo, ni tampoco es un paraíso.
Por lo que de todas las cosas negativas de las cuáles el planeta Tierra está lleno el VIH en comparación es Barnie bailando la gasolina con un tutú rosa puesto.
No le quito peso a la enfermedad sin cura, pero está enfermedad sin cura decidió alojarse en mi cuerpo y mientras los niveles de CD4 me acompañen mi estadía en este lugar es la misma de siempre y sigo mandando yo. Por mí y por todos los que no tuvieron la oportunidad de seguir viviendo con la enfermedad que antes tampoco tenía cura, pero tampoco tratamiento.
Chicos si queréis hablar estaré encantado de leerlos.